El transporte público de pasajeros, un sistema de uso cotidiano para los ciudadanos de otras capitales de la región Caribe y del resto de Colombia, ha sido un servicio deseado por los miles de habitantes de Sincelejo durante más de dos décadas.

Aunque en el inicio de los años 2000 circulaban por esa ciudad microbusetas en diferentes rutas, el mototaxismo comenzó a abrirse camino y, pese a su carácter ilegal, desde entonces no ha parado de crecer. De hecho, familias enteras de Sucre y otras llegadas de Córdoba y Bolívar han sobrevivido e incluso educado a sus miembros con los ingresos que les genera el transporte de pasajeros en moto.

La masificación del mototaxismo en la capital sucreña, donde se estima que transitan 30 mil motos, acabó con el transporte formal. Ninguna empresa logró mantener a flote su negocio. De esa manera, las microbusetas, con capacidad para 20 pasajeros sentados, que habían reemplazado por modernidad a los grandes buses, fueron desapareciendo una tras otra y la totalidad de sus usuarios no tuvieron más opción que subirse en los mototaxis, que han ‘movido’ un alto porcentaje de la economía sincelejana.

Desde hace pocos días, 15 busetas que hacen parte de la llamada Ruta del Corazón, un proyecto de movilidad del alcalde Yahir Acuña Cardales, han vuelto a las calles. Hasta ahora, manejan dos rutas de extenso recorrido por las zonas norte y sur y, a decir verdad, han empezado a captar a amplios sectores de la ciudadanía, en especial a estudiantes universitarios, adultos mayores y personas con discapacidad, que se transportan gratis.

Ha sido de tan buen recibo el retorno del servicio que algunos de ellos, de forma voluntaria, pagan su pasaje que, de momento, tiene tarifa subsidiada por la alcaldía municipal, por lo que el usuario solo cancela $1.500. Ese valor es, sin duda, el gran atractivo de un transporte seguro y cómodo, que se presta en vehículos climatizados, con wifi y cámaras de vigilancia. El propósito de la iniciativa es más que claro: inducir la demanda del transporte colectivo en rutas y horarios establecidos. Y, de paso, desincentivar el uso de mototaxis que durante las últimas dos décadas han movilizado a un sinnúmero de personas sin portar elementos básicos de seguridad, como casco y chaleco reflector. Amén de que muchos de quienes conducen esos vehículos no son certificados para desempeñar esa labor, en consecuencia, los siniestros viales con fatalidades terminan siendo algo habitual.

Así las cosas, el actual plan piloto, que se suma a dos intentos anteriores de prestación del servicio durante 20 años, goza —hasta ahora— de gran aceptación de la gente que reclama la continuidad de la Ruta del Corazón. Es lo justo. También lo es que los ciudadanos, inclusive los exonerados del pago, puedan hacer un aporte, así sea simbólico, para garantizar su sostenibilidad. Puede que sea impopular, pero el buen servicio tiene un costo.

El desafío de la Alcaldía no es menor. Lo primero es ampliar el parque automotor con más busetas, más rutas y, algo indispensable, recuperar las vías por donde estas transitan. Con razón, algunos ciudadanos consultados por EL HERALDO aseguran que “se quiere solucionar un problema de más de 20 años con una malla vial que tiene 45 años”.

Cuidado con morir de éxito, como se dice coloquialmente. La apremiante expansión de las rutas, rescatando las seis que antes operaban, es el clamor de una población que ya ha empezado a subirse en las busetas y que, por lo visto, no tiene ganas de volver a hacerlo en las motos de siempre. Si las busetas siguen reinando, en un futuro no muy lejano podrían aparecer inversionistas privados o se podría estructurar un plan maestro de transporte público masivo. De manera que este no sería recordado como el tercer fracaso, sino como el primer triunfo para la movilidad segura en los 249 años de Sincelejo.