El comienzo de la temporada invernal en Barranquilla y el resto del Atlántico causa estragos en puentes, vías e incluso carreteras interdepartamentales concesionadas. Las fuertes lluvias de las últimas semanas parecen haber acelerado el deterioro de infraestructuras que a diario usan miles de ciudadanos para movilizarse. De ahí que resulte alarmante que la situación no se atienda con la celeridad debida porque compromete la seguridad de quienes circulan por los puntos críticos. EL HERALDO los recorrió para conocer el alcance de los daños.

El recuento de los sectores afectados comienza en Soledad, donde el estado de los puentes: el Simón Bolívar, en la calle 30 con Circunvalar; el ubicado en la entrada del Hipódromo y el que se encuentra en la vía del Platanal, en el barrio Villa Muvdi, entre otros, demanda urgente reparación. En algunos casos, los descomunales cráteres dificultan, cuando no impiden el tránsito de vehículos; en otros, preocupantes averías como las de las bases del puente situado frente al Centro Comercial Plaza del Sol, podrían provocar una emergencia.

En el fondo de la crisis de deterioro vial en Soledad por falta de mantenimiento oportuno e inspecciones rutinarias, y de los problemas de transitabilidad que se derivan de ello, subyace una vergonzosa historia sin solución, pese a trágicos hechos que la preceden. ¿O es que nadie se acuerda ya de las cuatro víctimas mortales que dejó hace casi un año, el 31 de mayo de 2024, el colapso de un tramo del puente Simón Bolívar, a la altura del kilómetro 80+500 de la Ruta Nacional 2516, en el terraplén de salida de la estructura, costado norte?

Justamente el quid del asunto radica en la naturaleza de la conocida como calle 30 que, en realidad, es la ruta 2516, Carretera Oriental, parte de la vía Calamar – Barranquilla, con punto de partida en Suan y de cierre en el puente Simón Bolívar. Para mayor claridad, esta es una vía nacional. ¿Dolientes de vigilar su mantenimiento o de realizar revisiones periódicas? ¿La Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), el Instituto Nacional de Vías (Invías) o el Ministerio del Transporte? Como suele suceder en el paquidérmico sector oficial, la desatención e indolencia nunca tienen nombre propio.

Hasta siete comunicaciones, la más reciente hace pocos días, ha enviado la Alcaldía de Soledad a la ANI para que haga una inspección técnica urgente ante el riesgo inminente. La nula respuesta de entidades nacionales salta a la vista e, insólitamente, una cuestión tan apremiante debe ponerse en la fila, mientras los usuarios de la vía reclaman soluciones.

Claro que si en Soledad llueve, en Barranquilla no escampa. En los accesos al puente vehicular sobre el arroyo León, en Caribe Verde, el constante flujo vehicular desapareció la capa de rodadura de las placas de pavimento. Como era de esperarse, los aguaceros recrudecieron los daños. Al menos, en este caso, el Distrito inició la prioritaria intervención.

También la concesión Ruta Costera trabaja a contrarreloj en la Vía al Mar que conecta a Barranquilla con Cartagena, en el puente de Juan de Acosta, donde una socavación en el material de relleno que soporta la estructura de la rampa de acceso, como consecuencia de las lluvias que aumentaron el nivel del cauce del arroyo que pasa debajo, desencadenó el desplome del pavimento. Este es un corredor estratégico por el que se movilizan al año más de 11 millones de usuarios, de manera que el cierre total de la vía, más allá de las rutas alternas habilitadas, genera una afectación descomunal. Cada minuto cuenta. Y si bien es cierto que la estructura del puente no resultó comprometida, es tan imprescindible culminar la intervención de forma segura como conocer las causas que originaron el hecho.

¿Por qué ocurre esto? Escuchar la voz acreditada de la Sociedad de Ingenieros del Atlántico (SIA) o la Cámara Colombiana de Infraestructura Seccional Norte (CCI) es clave. Anticiparse al deterioro que suele causar el invierno debe ser un primer paso. Ejecutar mantenimientos preventivos o correctivos, a partir de vigilancia o monitoreo de veedurías ciudadanas, alcaldías, gobernaciones e instituciones nacionales hace la diferencia. Sin embargo, si no se incorpora a la labor responsabilidad y autocrítica, los lentos ritmos de la administración pública nos dejarán en ruinas. Exigir que actúen a tiempo es nuestro derecho. El bienestar de todos depende de ello. Y en ese sentido, los entes de control podrían hacer mucho más. Por tanto, no dejemos que los encargados de dar la cara se salgan con la suya. ¡A insistir!