Ni siquiera las cinco buenas y malas bonanzas producidas en La Guajira, con escandalosas y millonarias ganancias, han podido mitigar la sed y las necesidades de la gente de este departamento en donde la riqueza pasa sin dejar huella. O al menos una buena huella. La asonada de antenoche en Fonseca es una pequeña muestra del inconformismo de sus habitantes, aunque este sea un mecanismo de protesta no pacífico, cuyos resultados no son los mejores, ni los más ejemplarizantes.

Hasta ayer, al cierre de esta edición, la exótica península colombiana se encontraba incomunicada con el departamento del Cesar, su vecino más próximo y más familiar. Los transportadores y comerciantes no aguantan más las malas vías y tampoco soportan lo que estiman son peajes injustificados y costosos, como el ubicado sobre la carretera a San Juan del Cesar, cuyo estado es deplorable. A su vez, la gente exige con justificada razón el cumplimiento de los compromisos del gobierno en marzo pasado, entre ellos los $37 mil millones para la vía.

En esta protesta guajira también participan organizaciones sindicales, líderes sociales y diferentes sectores de la comunidad. La lista del petitorio es extensa y no tiene discusión. A todas luces La Guajira ha sido un departamento explotado y olvidado. Ha producido riquezas que no se revierten sobre el bienestar ciudadano.

Entre las solicitudes al gobierno está el abastecimiento regular de combustibles, porque paradójicamente, en donde se producen tantos minerales, en muchas ocasiones no hay gasolina. Y si la hay forma parte de la red de contrabando de hidrocarburos que tanto enriquece a pocos, como empobrece a muchos. Por eso los organizadores del paro exigen efectivas políticas públicas en seguridad ciudadana y la garantía de la vida de los líderes sociales, tan expuestos en los últimos y más recientes tiempos.

Decíamos que la lista es larga, pero no importa tanto su extensión como la calidad de sus solicitudes.

Los manifestantes exigen su derecho a la educación superior, a una red hospitalaria que salve vidas, a disponer de agua potable en sus hogares y detener los “arbitrarios” cobros y cortes de energía de Electricaribe.

Ahora, la parálisis del transporte por la protesta obedece a que varios puntos vitales de las comunicaciones están cerrados. Uno de ellos en Distracción, otro en Villanueva, un tercero en Fonseca, el cuarto en la entrada a la mina del Cerrejón en Hatonuevo y el quinto en Barrancas. Quienes llevan la bandera de este bloqueo de las vias están dispuestos a que sea indefinido hasta que se pronuncien positivamente los gobiernos del departamento y de la nación.

La Guajira y su gente merecen ser oídas, respondidas y atendidas. Pero nada justifica el vandalismo contra edificios públicos, como lo del martes en la noche en Fonseca.