¿Qué desea realmente un ser humano de la vida? Me preguntó.

Las cosas no son como parecen, don Enrique sabe de eso. Por cierto, está retrasado, ¿le avisó?

- Sí. Muchas gracias, le respondí.

La gente piensa que trabajar en este oficio es tener que lidiar con llantos y despechos inagotables de hombres alicorados y sin futuro. He tenido la oportunidad de preguntarle a muchos de mis clientes cómo se sienten, y ninguno está al borde del suicidio. Son todas personas especiales y en búsqueda constante, eso sí, piensan y sienten un poquito más de la cuenta, pero están buscando. Lo que pasa es que en ningún lugar les pueden vender lo que buscan y se han dado cuenta. Acá, por lo menos lo pueden compartir, y eso es como si recibieran una parte de lo que les hace falta.

- ¿Y qué buscan?

Lo que buscamos todos. Paz, felicidad, realización personal, amor, libertad, prosperidad, salud, estabilidad.

Pero eso no lo venden en talla M, ni tiene cilindraje, ni se compra por libras. Sin embargo, el ser humano sigue intentando ponerle forma a sus deseos. No hace falta.

Perseguir tantas cosas físicas en busca de la felicidad solo trae descontento. Si usted busca el control remoto de su televisor en el refrigerador, va a coger frío y rabia.

¿Sabe? al final lo que todos buscamos está asociado con el espíritu, no con el cuerpo.

Cuando nos caemos, nos levantamos y seguimos, pero lo que nos levanta es el espíritu, no el cuerpo. Eso sí, el que no se eleve con el espíritu un día no se para más.

- Lo conocí una tarde de noviembre en medio del sonido de los cristales que se rozaban, de voces múltiples en un segundo plano, de destellos de luz cálida rebotando en los entrepaños de vidrio, uno que otro aroma frutal. Mi amigo Enrique, unos 20 años mayor que yo, me había citado esa tarde en la barra de uno de sus lugares preferidos para darme un consejo que le había pedido esa mañana. Enrique nunca llegó y aunque estuve transportado por la manera sabia como me abordó Fernando, dueño del lugar, lo extrañé, pues su puntualidad era inglesa, algo me decía que todo estaba bien, pero nada era común.

Meses después me enteré que la ausencia de Enrique fue a propósito, le había pedido a Fernando, su buen amigo, que hablara. Tremendo regalo.

Hoy, cuando es palpable sentir una corriente que crece y considera necesaria una reconstrucción humana para salvar al mundo, recuerdo mucho más aquella tarde y comparto con Fernando la urgencia de ser mejores personas.

Ningún cambio honesto se da si no empezamos por tener un cambio espiritual.

Si ante las dificultades diéramos cuenta de que lo humano es tan importante y tan importante es ser un buen humano, entenderíamos que la grandeza está en salir del egoísmo y no repetir lo que nos conduce a la miseria.

Tengo la mala costumbre de retratar los lugares que me impactan, escribir las frases que me inspiran y algunas veces pido autorización para grabar momentos que aunque parezcan inolvidables considero oportuno volver a vivir. Oír a Fernando era sentir una avalancha de enseñanzas y era inevitable dejar registro de ello.

Una pregunta, ¿qué va hacer con la grabación?

- Algún día la volveré a escuchar y si me permite la comparto con alguien cuando lo considere necesario.