Ayer se cumplió una semana de la convocatoria del Paro 21N, 7 días que en diferentes partes del país cientos de personas se han movilizado masivamente por diferentes causas sociales, demostrando –como lo escribí en mi columna del viernes pasado– que el ejercicio del derecho de protesta en Colombia se ha reivindicado gracias a la cohesión de la ciudadanía sobre sus exigencias al gobierno. Ahora, sería necesario explorar el sentido de las reacciones que se han generado entre la sociedad en relación con el paro, las manifestaciones, los bloqueos y los hechos más dolorosos ocurridos en la última semana: la muerte de Dylan Cruz a manos del Esmad, el suicidio del soldado Brandon Cely, los patrulleros heridos en Neiva por un explosivo, todos los civiles y miembros de la Fuerza Pública que han sufrido lesiones y daños. Así como la marcha ha sacado lo mejor de una sociedad unida, las respuestas frente a estos hechos han sacado lo más cruel de las personas, justificar lo injustificable dándole una connotación dependiendo de la visión socio-política desde la que se encuentra cada quien. No solo es que el privilegio no te nuble la empatía – frase que se ha sido un motor para el paro- sino que la polarización tampoco lo haga.
¿Cómo es posible que mientras exigimos un Estado social de derecho existan personas que intenten justificar la muerte de Dylan? ¿Cómo puede ser que se le dé menos valor a la muerte de un soldado o cualquier miembro de la Fuerza Pública porque no es un civil? Todas estas preguntas podrían resumirse en la siguiente ¿Qué hace que le restemos importancia a la vida de una persona?
Lo respondería como la dificultad que tenemos para entendernos, para ponernos en el lugar del otro y la facilidad de señalar, de buscar excusas y a la vez responsables. Comentarios –que no pretendo repetir- de personas que no apoyaron la marcha rondaban por las redes sociales descalificando a Dylan, los motivos por los que marchaba, examinando su vida y su familia para encontrar una razón a su muerte. Qué vileza. Muchas de estas personas lo hacen, por qué no entienden que hay personas que ven el país diferente a ellos, que crecieron en condiciones sociales y económicas en las que más vale salir a las calles a exigir un mejor futuro que quedarse eternamente condenados a un sistema donde la educación, la salud y la paz es un privilegio. Ahora, a personas que marcharon con la bandera de la paz y que cuando se presentaron atentados contra personas de la Fuerza Pública ni siquiera manifestaron su solidaridad y dolor, vale la pena preguntarles si quienes están en uniforme no son sujetos de derechos, si sus muertes a manos de la delincuencia no merecen el mismo reproche social y exigencia de justicia.
Es más fácil ser empático con aquello que sentimos que nos representa e identifica, pero la verdadera razón de la empatía es ir más allá del lugar en el que nos sentimos cómodos. El reto es escuchar, saber que no solo lo que pensamos es legítimo y que pensar diferente no hace menos a tu opositor.
@tatidangond