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Estos libros, los más vendidos en Colombia, no podrían considerarse desde ninguna perspectiva de la crítica literaria como grandes aportes.
Se ha sostenido a lo largo de los años que es muy importante leer, generar un hábito y mantener esa curiosidad sobre lo que está escrito. Muchas personas me piden que les recomiende un libro y suelo sugerir que empiecen por leer algo que les guste, que les resulte fácil o amable. Sin embargo, cada vez me resulta más complejo sugerir libros, o bien porque no tengo el suficiente conocimiento para pegarle al gusto de todos o porque recomendar un libro tiene una carga ética que aún no se asume con responsabilidad. El dilema ético se resume en si todos los libros son recomendables y si basta con leer cualquier cosa para que esto genere un valor en el conocimiento o en el crecimiento personal. En el 2020 los libros más vendidos en Colombia fueron “Sí, si es contigo” de las youtubers Calle y Poché, y “El milagro metabólico” de Carlos Jaramillo.
Estos libros, los más vendidos en Colombia, no podrían considerarse desde ninguna perspectiva de la crítica literaria como grandes aportes a la literatura o al conocimiento de la humanidad, pero parecen ser bastante atractivos para un público más amplio que el de otras obras de mi preferencia. No obstante, como todo, cuando se habla de mayorías, habría que preguntarse si lo que es popular es necesariamente bueno, si genera un aporte desde cualquier visión o si resulta necesario replantear el contenido de lo que estamos leyendo. Me gustaría empezar por la diferencia que hizo Virginia Woolf en su libro “Horas en una biblioteca”, en el que establece que hay dos tipos de lectores; quienes leen por erudición y quienes leen por placer. Para los primeros, está claro que los libros de consumo masivo no serán sus predilectos, y sobre los segundos, los que leen solo por gusto, ya tienen una trayectoria de selección de libros en la cual difícilmente se podría intervenir.
A estas dos categorías valdría la pena agregarle una tercera: aquellos que leen de vez en cuando, porque les dieron de cumpleaños un libro de moda o porque pisan una librería con ganas de tomarse un café. A esta categoría le llamaré el lector intermitente, el que representa a un porcentaje mayoritario de la sociedad y es el público objetivo de un libro comercial. A este lector es al que hay que dedicarle mayor análisis y atención, tanto desde las editoriales como desde la educación. Por cierto, esta última parece haber dejado de lado la realidad para imponer teorías anquilosadas de cómo acercar a las personas a la lectura.
Sobre el dilema ético inicialmente planteado, solo puedo sostener que empezar a leer es una gran ganancia, pero que esto no es suficiente, pues el hábito requiere una mayor sofisticación que supere la lectura básica. Hay libros de ficción y de no ficción que generan un inmenso valor en el desarrollo personal, en la empatía y en la vida en sociedad, libros que sin tener que ser un ladrillo, son mucho mejor que otro tipo de publicaciones para las que siempre habrá compradores, pero que no pasarán de ser un producto de consumo.
@tatidangond
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