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Opinión

Afirmación despreciativa

No es la primera vez que la alcaldesa tiene una salida en falso en sus intervenciones y en los mensajes que comparte públicamente, en esta ocasión mandó a las personas a vender sus carros como si ella tuviera la potestad de decidir por los demás o como si el esfuerzo por adquirir cualquier propiedad privada no valiera nada cuando ella así lo considere.

La alcaldesa de Bogotá nos dejó una lección de vida esta semana; no hay que hacer con las manos lo que vas a destruir con los pies. El nuevo pico y placa instaurado en la capital, que busca, con toda razón, disminuir los interminables trancones en la ciudad, ha sido ampliamente rechazado más por la forma en la que se comunicó que por la medida en sí misma. El problema de la ciudad no son los carros, pues estos se han convertido en la alternativa de movilidad de muchos que, por las distancias, la inseguridad y la carencia de un sistema de transporte público eficiente, prefieren endeudarse comprando un automóvil que estar a merced del caos de la ciudad. Es innegable que los trancones en Bogotá son insostenibles y que probablemente, sumado a la inseguridad, constituyen una de las razones de agobio más recurrentes de los habitantes de esta ciudad. Sin embargo, esta medida aparentemente afanada podrá ser un paliativo, pero no será la solución al problema de movilidad. 

Ahora, más allá de los buenos motivos que se tengan para adoptar esta decisión, la lluvia de quejas contra Claudia López no están en su totalidad asociadas al nuevo pico y placa, sino a la forma impositiva y el lenguaje despreciativo en el que se comunicó. No es la primera vez que la alcaldesa tiene una salida en falso en sus intervenciones y en los mensajes que comparte públicamente, en esta ocasión mandó a las personas a vender sus carros como si ella tuviera la potestad de decidir por los demás o como si el esfuerzo por adquirir cualquier propiedad privada no valiera nada cuando ella así lo considere. Sus alocuciones generan rechazo porque atacan a una parte de la población que no tiene la responsabilidad por los males de la ciudad, personas que, entre otras cosas, nadie les ha regalado el carro para recorrer largas distancias, que han trabajado y trabajan para pagar sus impuestos y que no merecen ser tratados como los culpables de las malas administraciones.

La alcaldesa, así como ha tenido momentos de crisis por sus inesperadas reacciones, ha salido después a retractarse o a pedir disculpas, y aunque reconocer un error es de sabios, sus afirmaciones siguen un patrón de conducta que reflejan su verdadero pensamiento. Ese pensamiento que nos divide como sociedad y que cuestiona derechos tan básicos como la propiedad privada es un tema que no es menor, pues su discurso al final se traduce en la clásica lucha de clases, cuando los problemas de desigualdad y pobreza no se resuelven enemistando a un grupo poblacional con otro.  

No hay que hilar muy delgado para descifrar la postura de la alcaldesa, recordemos que el año pasado ante una queja de Mario Hernández sobre los huecos en las calles de Bogotá, ella le respondió en twitter "los rines de tu lujoso carro pueden esperar, los estómagos de las familias en pobreza no”. En efecto, debe ser una prioridad de cualquier gobierno superar la pobreza que es el mayor flagelo que sufre el país, pero su respuesta a cada crítica que se plantea de un servicio público exigible no debería reducirse a señalar las propiedades de nadie. 

La medida del pico y placa habría causado menos revuelo y más optimismo entre los habitantes de la ciudad, si hubiera estado acompañado de un mensaje más acorde al sentido de la función social de la propiedad privada y de la corresponsabilidad entre la administración y los ciudadanos de buscar alternativas más amigables de movilidad. 

@tatidangond 

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