El plan de reactivación económica “Compromiso por el futuro de Colombia”, planteado por el Gobierno nacional, si bien tiene la intención de lograr el crecimiento económico desde lo que está funcionando en otros países como Corea del Sur, lo cierto es que deja en un segundo plano los problemas económicos estructurales que agobian al país. En una reciente columna escrita por la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez “Al ritmo del New Deal coreano”, refiere la oportunidad de Colombia de convertirse en el milagro de la economía latinoamericana, tomando como ejemplo la experiencia de Corea del Sur y la reciente decisión adoptada por Moon Jae-in de invertir en proyectos de desarrollo digital como medida para la reactivación económica pospandemia.
Al respecto, si bien Colombia debe apuntarle cada vez más al desarrollo tecnológico como el verdadero motor de las economías prosperas del presente, no podemos seguir cometiendo el error que más le ha pesado socioeconómicamente al país; tratar de implementar a ciegas las medidas económicas o gubernamentales que otros Estados están ejecutando con éxito. La política pública basada en la tesis de la economía naranja, que propende por impulsar los emprendimientos de artes, cultura, creatividad y tecnología, si bien la apunta a una necesidad que tiene el país de impulsar la creación de empresa, esta que debe ir acompañada de un programa que busque articular estos proyectos con las necesidades económicas de un porcentaje mayoritario del país.
La realidad es la siguiente: más del 50% de las familias colombianas no tienen acceso a internet, 11.538.889 de habitantes de Colombia viven en zona rural y en ciudades principales como Bogotá o Barranquilla, la pobreza monetaria de sus habitantes alcanza el 27,2 y el 25,6, respectivamente. Ante esta coyuntura Colombia debe apostarle a un modelo económico que responda a las necesidades de crecimiento, pero que le apunte a la integración de la actividad rural, a la generación de empleo y la disminución de la pobreza.
Sobre las sinergias que deben generarse entre los nuevos emprendimientos y los sectores tradicionales de la economía, hay que aplaudir iniciativas como las del Fondo Emprender del SENA, que le apuestan a la inversión de recursos en emprendimientos focalizados en ciertos municipios, en el agro y en la mujer rural. Ahora, si bien estas iniciativas tienen un impacto positivo sobre el crecimiento económico, lo cierto es que hay problemas estructurales que impiden el efectivo desarrollo del país: la carencia de una infraestructura vial que nos permita ser competitivos en un mercado global, la necesidad de apostarle a la energía renovable, la deficiente tecnología disponible para los procesos agroindustriales y un sistema educativo que no está articulado con las necesidades de capital humano propias del país. Todos estos temas serán esenciales para lograr un sano crecimiento económico y una reactivación equitativa ante la sociedad.
@tatidangond