Estamos en el año entrante. Esperemos que este sea el año de la mesura. Que sea el año de deponer odios y anteponer el bienestar general a los mezquinos intereses individuales o partidistas. Que sea el año de la familia, de la pacífica convivencia, del amor, y del perdón. Que sea el año de considerarnos como una familia, como la gran familia colombiana. Que sea el año de atender y entender los mensajes del Papa Francisco, que a nosotros debería llegarnos más claro, puesto que son en nuestro propio idioma. “No hay familia perfecta”, dice el Papa, pues siempre “decepcionamos unos a otros. Por eso no hay familia sana sin el ejercicio del perdón.” Añade el Santo Padre que “la familia debe ser lugar de vida y no de muerte. Territorio de cura y no de enfermedad. Escenario de perdón y no de culpa”. Y sentencia: “ sin perdón la familia se enferma”.
Suena bacano, sin duda. Pero nuestra familia colombiana es disfuncional, no perdona y, al revés, practica la autofagia repetitiva. Nos devoramos los unos a los otros. Algo más que un milagro se necesita para que una parte de los hijos entienda lo absurdo de manifestar incomodidades demoliendo muros y techos de la vivienda que a todos cobija; para que una parte de los mayores aprenda a fijar reglas y normas tendientes a equilibrar condiciones de convivencia que conserven la unidad familiar; para que algunos integrantes caigan en cuenta que asesinar hermanos sólo tiende a la desaparición del núcleo familiar; que lo de Caín y Sansón es autodestructivo, que para que haya reconciliación debe haber propósito de enmienda y sincero perdón, que convocar o impulsar saltos al vacío puede conducir a politraumatismos letales, que diferir u oponerse al pensamiento de otros hermanos no puede ser factor de destrucción sino de restauración, en fin, que para no enfermarnos y no caer en un dantesco escenario es indispensable que se produzca el milagro para que pensemos y actuemos como una familia, con las infaltables discrepancias, pero unida.
Ése milagro hay que orarlo y trabajarlo y, los Congresistas, todos a una, son los indicados para convertirse en líderes de la oración legislando, para empezar, en favor del orden, de la defensa y la protección de la gente, de la mística a las autoridades, de la seguridad que tanto nos falta para que quienes salgan a la calle con miedo sean los malandros y no los ciudadanos. Y claro, legislando a favor de la equidad, de una verdadera pronta e imparcial justicia, de los desvalidos, de la dignidad, y de la vida. Oremos todos, para que el milagro se haga realidad.
Coletilla porteña: Sostienen algunos historiadores que Puerto Colombia cumple 131 años de fundada. Cuántos años más, o menos, es irrelevante frente al incuestionable hecho de que por Puerto la civilización entró para todo el país, pero los cachacos, hasta hace poco, se venían negando a reconocerlo, aunque ya aportaron para el muelle y otras obras. Pero tienen que dar más. La gobernadora anunció que le hará el milagrito explotando su potencial turístico. Buena cosa.
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