Los dilemas morales son dilemas brutales. Un dilema moral es una situación inminente ante la cual la persona se considera incapaz de satisfacer sus obligaciones morales. Cualquier cosa que haga se sentirá cometiendo una falta. Tal vez sobre decir que ello resulta brutal para quienes su conducta moral es un imperativo. La crisis del coronavirus nos plantea día a día desafíos éticos en decisiones de política pública, del ejercicio de la profesión médica, de la gestión empresarial y en nuestro comportamiento social. Por fortuna, para sortear problemas sin solución podemos recurrir a los filósofos; y en este campo no sorprende que tengamos que acudir una vez más a los griegos. Fue Aristóteles quien primero nos ofreció una respuesta: “Entre dos extremos”, dice en su Ética nicomáquea refiriéndose a dos males, “uno más erróneo que el otro, debemos tomar el mal menor”.

La expresión “el mal menor” se convirtió en un principio ético que justifica la elección de un mal con tal de evitar otro mayor, luego de ser retomado por el místico medieval Tomás de Kempis, afamado autor de La imitación de Cristo, quien aseveró: “De dos males el menor ha de ser siempre elegido”. La elección puede ser entre una acción que supone un mal y su omisión que supone otro peor. La decisión de considerar los impactos sociales del frenazo abrupto de la economía generados por la cuarentena colectiva como el mal menor, ante el riesgo en vidas por el colapso de los sistemas de salud, y a poco andar la decisión contraria cuando dicho frenazo pase a ser el mal mayor, ante el apremio del desempleo y el hambre, son dos lados álgidos de la misma moneda.

Un caso dramático es el que ahora enfrentan a diario los médicos en Turín, Madrid y Nueva York al tener que decidir a quién salvarle la vida y a quién no, dada la escasez de camas de cuidados intensivos y respiradores mecánicos. El mal menor radica en escoger el que tenga una mayor posibilidad de sobrevivir. Por ello la mayoría de los elegidos son jóvenes y de los desechados viejos. Como sus abuelos médicos de guerra, muchos de los que hoy toman esas decisiones sufrirán una herida moral que quizás nunca sane.

No hay nada nuevo bajo el sol. Ulises, en un estrecho paso marino entre dos monstruos, Escila y Caribdis, al optar por acercarse a Escila perdió seis compañeros de viaje, pero navegar cerca a Caribdis habría significado la muerte de todos. Dilema semejante trasnocha hoy a miles de empresarios y gerentes que tendrán que decidir más pronto de lo que quisieran de cuantos empleados tienen que prescindir, que sería el mal menor, en procura de evitar la quiebra de la empresa y perder así el esfuerzo de muchos y el trabajo de todos. Decisiones dolorosas en tiempos difíciles. Todos necesitamos entereza para no evadirlas y sindéresis para no equivocarnos. Éstas y una dosis de paciencia nos deberán conducir, ojalá pronto, hacia una nueva normalidad.

Ricardo Plata Cepeda

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