COP26: Es la deforestación
Colombia es el sexto país con la matriz más limpia de generación eléctrica del mundo. Deberíamos estar orgullosos de ello. Pero no: parece que no nos lo creyéramos y nos afanamos en incrementar fuentes renovables no tradicionales de generación y en disminuir nuestro ínfimo consumo de carbón.
Primera escena: Corría el año 2001. Un grupo de funcionarios de empresas mineras y petroleras nos trasladamos en avioneta primero y por trocha después a la vereda Los Pozos, en San Vicente del Caguán, sede del campamento que el gobierno montó a las FARC para los diálogos de paz de la época. A lado y lado del camino sobresalían erguidos miles de troncos que semejaban cruces de un cementerio colosal de árboles sacrificados en el altar de la diosa cocaína. De ahí en adelante y hasta hoy hemos seguido deforestando la selva para lo mismo.
Segunda escena: Sin menospreciar el orgullo de los colonizadores del bello Quindío, en su capital encontramos como alegoría de su gesta un hacha clavada en un tronco, símbolo también de la vocación de taladores que no da tregua a nuestros bosques.
El escenario: Chile, Argentina, Perú y Ecuador son países muy montañosos porque tienen una cordillera de los Andes. Colombia tiene tres. Esto nos brinda un potencial enorme de generación hídrica, pero también genera una gran vulnerabilidad a que el suelo fértil de sus empinadas laderas se deslice hasta los cauces de los ríos Magdalena y Cauca, encajonados entre ellas. Por ello están entre los ríos que más carga de sedimentos transportan en el mundo. (Lo cual es la principal razón de la alta sedimentación del Magdalena en sus últimos kilómetros, al disminuir su velocidad cuando se enfrenta al mar).
Por nuestra topografía, y el éxito en desarrollar su potencial hidroeléctrico, Colombia es el sexto país con la matriz más limpia de generación eléctrica del mundo. Deberíamos estar orgullosos de ello. Pero no: parece que no nos lo creyéramos y nos afanamos en incrementar fuentes renovables no tradicionales de generación y en disminuir nuestro ínfimo consumo de carbón. De éste tenemos reservas para más de un siglo, porque consumimos sólo 10 millones de toneladas al año mientras el mundo consume más de 5.000. Es decir no llegamos a 2 milésimas del consumo mundial, además de ser el carbón hoy nuestra fuente más barata de generación después de la hidráulica. Los beneficios de hacer aún más limpia nuestra matriz de generación son marginales y nos trae riesgos en la estabilidad del sistema y su costo.
Por esa misma topografía, y el fracaso en controlar la deforestación de montañas y selvas, Colombia es también el sexto país que más destruye bosque primario en el mundo. Podríamos habernos convertido en líderes mundiales en ciencia y tecnología de protección de suelos en laderas montañosas o selváticas. Pero no: aunque hemos mejorado desde el 2017, los resultados son insatisfactorios: la cifra de 172.000 hectáreas deforestadas en 2020 sigue siendo escandalosa y peligrosa, sin contar con el área que tenemos por recuperar. La buena noticia es que en la COP26 127 países se comprometieron a poner fin y revertir la deforestación para el 2030. Los bosques absorben grandes cantidades de CO2 y son un valioso aliado contra el cambio climático. Tenemos en ello tanto que mejorar que Colombia puede y debe hacer en eso una contribución relevante.
rsilver2@aol.com
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