A propósito de la columna de Moreno Slagter El ruido espanta, particularmente me siento aludido, no queda duda en cuanto a que el único recurso que posee aquel al que se le dificulta contraargumentar es descalificar al oponente y desacreditar sus fundamentos, no otra actitud se advierte cuando te refieres a él con epítetos tales como “opinador”, que sus expresiones son “pareceres”, o se ha unido “al coro”, que posee “vacíos formativos”, o sus voces no son “acertadas”, en fin, lo agredes soterradamente para que surja tu imagen con voz concluyente al grito de “yo sí conozco del asunto”, para presentarte honesto, informado, legalista y, quizás, pulcro, sin necesidad de que tengas que “levantar tanto ruido espantoso” para ello.
No, no puedes maltratar a tu interlocutor para imponerte, debes entender que quien colocó en tela de juicio el proyecto Ciudad Mallorquín fueron sus propios constructores desde un inicio; si se tratara solo de un asunto de mera legalidad, como se advierte, entonces nadie podría ser obligado a devolver las propiedades que haya adquirido al amparo de una ley, pero si esa adquisición se cimentó sobre el dolor y el perjuicio de otros, pues solo corresponde enfrentar al peso del interés general de los afectados y restituirlas, entonces las consecuencias jurídicas debes asumirlas porque es bajo este aspecto que se consolidan los dos pilares que estructuran nuestro Estado, la justicia y la equidad, presupuestos que se concretan en el deber de las personas de no abusar de sus derechos y de respetar el de los demás.
Ojalá se entienda que exigir la responsabilidad social, la función ecológica y los derechos humanos que la propiedad privada debe atender no es un asunto que se defienda con erudición o con cientificidad, mucho menos cuando se trata de que una base vital de nuestro Plan Nacional de Desarrollo está en juego, como lo es el ordenamiento del territorio alrededor del agua, ya que eso solo se logra con gritos desgarradores que se alzan en medio de un natural dolor, por el desespero y la impotencia que produce lo injusto del desprecio por la vida y por el silencio cómplice de las autoridades.
Se podrán ir cientos y quizás no vengan miles a invertir, pero que no se vaya el medio ambiente, que la calidad de vida prevalezca, que la empresa existente se desarrolle más y que la dignidad humana sea una realidad, es decir, que lo que tenemos mejore y se quede, por tanto, para ello, efectivamente tienes que opinar, debe parecerte, hay que hacerlo en coro, incluso, así desaciertes, dado que, cuando se trata de reclamar lo justo y lo equitativo, en caso que alguien abuse de sus derechos e irrespete el de los demás y la administración pública no actúe o lo haga bajo un descomunal tráfico de influencias, a lo único a lo que puedes recurrir es a levantar un ruido espantoso tanto como puedas elevarlo, si no te parece, pues trata de no escucharlo porque se hará sin cesar.