Dos años de cambios. En política económica, la de Petro es socialista y apuesta por aumentar el tamaño y los ingresos del Estado. Se ve en la tributaria del 2022, que aumentó agudamente los impuestos a las personas naturales y jurídicas; en el sistema de salud, donde quieren eliminar las EPS privadas y concentrar los usuarios en la Nueva EPS; en la pensional, que restringe la libertad al exigir a todos los cotizantes aportar a Colpensiones, que obliga al 83% de ellos, que gana dos salarios mínimos o menos, a trasladarse a esa entidad y que marchita inexorablemente los fondos privados; en la propuesta de inversiones forzosas y en la creación de una empresa estatal para la minería.
El cambio fue colapsar el sector petrolero y minero, por soberbia y prejuicios ideológicos, sin que importe un pimiento el costo descomunal para la Nación.
Cambio también ha habido en las políticas de seguridad y de paz. El gobierno descabezó el liderazgo de la Fuerza Pública, impidió el uso de su capacidad aérea, debilitó la inteligencia. Colonizó con militantes del M19 las entidades del Estado con funciones de seguridad, DNI, UNP, Migración. Renunció a la erradicación de narcocultivos. Decidió pactar ceses del fuego al empezar negociaciones y no al final, que paralizan a los uniformados y no le exigen a los grupos violentos dejar de delinquir. Y ha buscado negociaciones no solo con grupos “guerrilleros" sino con organizaciones estrictamente mafiosas.
Hay cambio en la calidad de la administración pública. Entre los nuevos abundan el nepotismo, los activistas, los influencers, los militantes ideológicos radicales, y se desprecian el conocimiento y la experiencia. La eficacia y la efectividad en la gestión pública, en la ejecución de los presupuestos, dejaron de ser importantes. La improvisación y la ignorancia campean, y se volvió vital la lealtad genuflexa al presidente. Ahora se nombran en embajadas y consulados personas sin profesión, sin segundo idioma, sin ningún entendimiento de las relaciones internacionales, con procesos judiciales abiertos. Y las superintendencias dejaron de ser organismos técnicos para convertirse en instrumentos de intimidación al sector privado y de persecución a los contradictores.
Jamás hemos tenido tanta corrupción. El petrismo llegó con hambre vieja. No hay sector del gobierno donde no salte la pus. Es, además, el gobierno de los escándalos. No hay semana donde no haya alguno. Y afectan al círculo más íntimo de Petro, su hijo, su esposa, su hermano, su gerente de campaña, el presidente de su partido, los ministros de Interior, Hacienda, la directora del Dapre y el exdirector, el de Función Pública, etc. Hay un cambio adicional: el soborno en efectivo de congresistas para asegurar la aprobación de los proyectos del gobierno y la impunidad de Petro en la Comisión de Acusaciones.
Para rematar, el cambio más novedoso es el afán sistemático de quedarse en el poder, de encontrar la forma de saltarse la Constitución para no entregar la Presidencia en el 2026. No ha encontrado, por fortuna, la manera. Pero en eso anda. Cambio sí, pero para peor.