Ecopetrol está atravesando serios problemas. La prohibición de nuevos contratos de exploración va contra el corazón de su negocio. El golpe ha sido brutal. El 31 de mayo del 2022, después de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, la acción de la petrolera en Colombia valía $3.120. El viernes pasado cerró en $2.065. Desvalorización del 34%. En Wall Street, el 31 de mayo del 2002, el ADR de Ecopetrol cotizaba a US$19,6 y el viernes a US$10,52, desplome del 46,3%.

Con esa pérdida, somos muchos más pobres hoy que cuando empezó Petro.

En 2023, los ingresos de la empresa cayeron 10,28% y las ganancias 42,8%, aún más. Las utilidades de 19,1 billones son 14,3 billones menores que las de 22 y los dividendos disminuirán un 47%.

Más grave aún, las reservas probadas de Ecopetrol cayeron un 6,5%. La vida media cayó a 7,6 años. Y seguirá cayendo si no se hace más exploración. Por supuesto, en ocho años o menos no hay ninguna posibilidad de que se haya hecho la transición energética.

Para rematar, la gobernanza de la compañía está en crisis. Roa, su presidente, está siendo investigado por la violación de topes de la campaña de Petro. Y tiene en su espalda las dudas por la compra a un contratista de Ecopetrol de un lujosísimo apartamento muy por debajo del precio comercial. Y en la junta de la compañía hay una creciente tensión por el afán de Petro de incluir en ella a personas sin los conocimientos necesarios.

En medio de semejante escenario Roa ha anunciado que comprarán gas venezolano a partir del 2025 porque, dice, habrá desabastecimiento. Si tal cosa ocurre será responsabilidad del gobierno y su prohibición de nuevos contratos de exploración y explotación de hidrocarburos.

Importar gas nos saldría mucho más caro. Pero el asunto es más grave porque es muy dudoso que Venezuela pueda suplir las necesidades colombianas. Hay un gasoducto transnacional que empezó a funcionar en 2007. A partir de ese año y hasta 2015 Colombia exportó gas al hermano país. Después Venezuela tenía que enviar gas de allá para acá. Nunca lo hizo. El gasoducto entró en desuso, hoy está inoperativo y necesita una millonaria inversión. Además, Venezuela tiene gravísimos problemas con su red interna y muchas áreas de ese país no tienen gas, de manera que es muy dudoso que puedan exportarnos cuando no son capaces de suplir su necesidades nacionales. Adicionalmente, Ecopetrol no podrá hacer ningún acuerdo con PDVSA si ello supone el riesgo de sanciones por parte de los EE.UU.

Finalmente, no tiene ningún sentido depender del capricho del régimen chavista. Los riesgos para la seguridad nacional serían altísimos. Colombia no puede renunciar a su soberanía energética ni mucho menos dejarla en manos de Maduro. El acuerdo anunciado por Roa para importar gas venezolano es muy mal negocio para el país. Pero puede ser uno muy bueno para algunos contratistas e intermediarios. En un gobierno lleno de pillos y negociados, habría que averiguar quienes están detrás.