Cambió el discurso post-partido. Luis Amaranto Perea fue menos diplomático y más directo y crítico con sus dirigidos. El técnico de Junior pasó de la valiente, paternal y protectora frase “no busquen responsables, yo soy el responsable de todo”, expresada tras la derrota 2-1 ante Chicó, en Tunja, a declaraciones en las que ya reparte las culpas y señala las fallas de sus pupilos.

“Con tanta pérdida e imprecisión es muy difícil, puede ser de los peores primeros tiempos que hemos jugado”. “El equipo fue muy impreciso y muy nervioso, y eso no lo sé explicar yo”. “Individualmente muchos no estuvimos a la altura”. “Lo que no puedo explicar acá o no sé explicar acá es por qué el equipo tiene estos lapsos de partido donde está muy confundido, y por momentos parece que se acuerda de cosas y sale a jugar”. “La presión empieza a notarse, hay jugadores que siento que la mochila se les comienza a llenar de esa presión de un equipo grande como Junior”. “Individualmente, sobre todo en el primer tiempo, estuvimos bastante flojos”. Todo eso dijo tras el empate 1-1 ante Bucaramanga, el viernes anterior.

Bien, me parece bien. No mencionó nombres, habló de la actitud general de forma real. Gran parte de eso se vio en verdad. Prefiero que Perea exponga públicamente las falencias de los jugadores a que las alcahuetee o excuse asumiendo como mártir una responsabilidad que siempre es y tiene que ser compartida en el camerino y en las ruedas de prensa. Que los códigos del fútbol, que los técnicos no deben cuestionar en los medios a los futbolistas, que hay que proteger al grupo, que la armonía, que le van a hacer la rosca, que pitos, que flautas…

Hay que tratar de hacer pellizcar a este equipo de todas las maneras posibles y quedándose callado y siendo ‘políticamente correcto’ no lo ha conseguido.

El jugador colombiano a veces asume unos comportamientos conformes y mediocres que necesitan ser tocados públicamente en los momentos que ameriten. Tanto ‘tapen tapen’ es tan perjudicial como lo puede ser un entrenador que permanentemente se lava las manos con sus futbolistas. Ni lo uno ni lo otro, la clave es el equilibrio. Así como en el fútbol, no es solo ataque ni solo defensa, lo ideal es el equilibrio.

El entrenador ha reconocido en las últimas semanas sus equivocaciones y ha ejercido autocrítica. No creo que sean una lavada de manos sus palabras tras la igualdad ante los ‘Leopardos’. Los futbolistas, los que juegan solo el segundo tiempo o un pedazo del partido como deberían encarar los 90 minutos, también tienen que ponerle el pecho a los dardos. No pueden pasar de agache en las situaciones adversas del equipo.

Y si algún jugador se molesta o se incomoda, que lo sienten. Es que una de las reflexiones que debe hacer Perea y su cuerpo técnico es sobre los jugadores que están rindiendo y dispuestos a hacer posible sus planes de juego. Sí, el DT se sigue equivocando y se ha gastado ‘las vidas’ que la directiva le ha brindado con inusual paciencia y tolerancia, pero, insisto, no es el único culpable. Los jugadores continúan roncando.