Los romanos fueron expertos y exitosos constructores de calle y caminos. Aún hoy se conservan los nombres de cónsules de la época como Flaminia o Appia. La primera calle asfaltada del mundo se hizo en Detroit en 1909 por medio de una espesa capa de cemento, hoy sigue siendo la calle más emblemática de esta automovilística población. La calle ya no es solamente una solución vial o de movilidad. Se convirtió en el ágora de democracia contemporánea. Al no tener respuestas por medio de las instituciones centenarias que conformaron las repúblicas los ciudadanos, y de los políticos actuales, decidieron “cortocircuitar” los poderes e inventarse lo que alguien denomino como “democracia callejera”. El que más presión haga y convoque en estas avenidas es el llamado a quedarse con el poder o a cederlo.

En Colombia conocimos el primer paso para este tipo de trabajo político-electoral: como el estado de opinión. En los ocho años de mandato de Álvaro Uribe, quien para estar en contacto permanente con la gente (otros lo llaman pueblo) utilizó los consejos comunitarios (otros los llamaron Aló presidente) y otros medios de participación intermediados, en algunas ocasiones, por los partidos políticos. Con esto la clase dirigente fue bajada de su pedestal y los ojos se fijaron más en la figura del mandatario y sus decisiones eran avaladas o extraídas de la esencia de la opinión momentánea de la población. Ese desgaste de las instituciones tuvo su desenlace en las llamadas manifestaciones o paros o bloqueos de los últimos años y por supuesto en las convocatorias partidistas o de polarización que circundan las urbes colombianas y mundiales. En la actualidad en la dura calle se siembran votos, no leyes.

En realidad, lo que hacen cuando los promotores se lanzan para conquistar las vías no están presionando proyectos legislativos. La verdad pareciera que la iniciativa del gobierno de Gustavo Petro al llamar a sus huestes a apoyar sus proyectos de reforma que presentará ante el congreso, son el escudo y soporte narrativo para poner de su lado a los oprimidos que dice representar en su proyecto y enviar de manera inmediata al otro costado a los que, según él, no representan su cambio. Astuta estrategia, hacer pensar que su congregación caminante tiene intenciones reformistas, pero en realidad busca dar la largada a la campaña electoral donde buscará expandir su poder o, en todo caso, evitar que nazca en octubre próximo una tendencia opositora con una cabeza visible que logre consolidar una nueva tendencia posuribista.

En el tercer decenio del siglo XXI los colombianos pasamos de un estado de opinión a una grieta callejera.

@pedroviverost