La últimas encuestas mostraban un expresidente menguado en materia de buen recibo ante la opinión pública. Tenía hasta hace unas semanas un desgaste de veinte años en la palestra de la vida nacional. La batalla por alcanzar una mayoría diaria desde los albores de este siglo, permitían pensar en su ocaso como faro de una concurrencia que cada día que pasaba lo dejaba más solo. Y llegó el martillo de un juez con, según los togados, suficientes pruebas para recluirlo en su finca porque podría entorpecer la investigación que la corte le comenzó el martes pasado por fraude procesal y soborno. A partir de ese momento, los fervientes uribistas que adolecían y sufrían en silencio la factura que le pasaban los enemigos del director de orquesta del Centro Democrático por los errores del presidente Iván Duque y que poco resaltaban las virtudes de un manejo equilibrado de la pandemia del mismo mandatario en ejercicio, encontraron en esa inapelable decisión jurídica la forma de revivir el fervor. Les llegó la vitamina política.

Los conducidos por Uribe vieron en la acción legítima de los magistrados la ventana perfecta para recrear un “teatro político”. Al igual que el petrismo en su momento cuando el exguerrillero lo armó en Bogotá con resonancia en el país. Minutos después, la bancada que acompaña al expresidente en las sesiones parlamentarias se retiró de forma compacta en honor a su fanal. Días antes la táctica de esta desatada furia se había iniciado con un aviso de página completa en medios de circulación nacional donde anunciaban entorpecer la libre acción de la justicia y avisaban lo que 48 horas después se inició. Cadenas de oración y encadenamiento en redes para profesar su necesidad por la libertad del dirigente venerado. Lo elevaron al Simón Bolívar de este siglo. Desataron caravanas en medio de la pandemia. Aparecieron peregrinajes a la meca del uribismo, Andes, Antioquia. En otras palabras, encontraron el camino trazado por el mentor.

Aprovechando la efervescencia y el calor de los hechos institucionales del poder judicial, inició una carrera interna por tomar la llama que encendió la detención de Uribe. Un cambio de agenda en la discusión política los llevó a la idea de convocar una Asamblea Nacional Constituyente con, según los proponentes, el único fin de reformar la justicia y crear una sola corte, en contravía de los vítores de ellos mismos por el fallo de la Corte Constitucional cuando le concedió validez a los intereses del exministro Andrés Felipe Arias.

Con el Covid-19 como telón de fondo y la lucha por la liberación de Álvaro Uribe, mucho me temo que los recientes guarismos de popularidad electoral de Gustavo Petro van a escenificar una reeditada página de nuestra vida democrática que particularmente afectará e imposibilitará tener la sensatez de una alternativa centrista de cara a las elecciones de 2022.

Perón, el creador del arte de la conducción sigue poniendo y quitando gobernantes en Argentina. Mientras tanto, el artista de la conducción política en nuestro país va a tener tiempo de sobra para propagar su arte.