Cada quien debe ser consecuente con sus actos y decisiones. La democracia permite que la voluntad de la mayoría se imponga, de una forma u otra.

Quién es elegido para gobernar permite que muchos que dicen acompañarlo se dediquen a robar, a obtener provecho personal de los recursos públicos y a pesar de las contundentes evidencias andan en libertad, viviendo sabroso en sus cómodas mansiones esperando el vencimiento de términos, la rebaja de penas, todo gracias a que un juez determinó que “no son un peligro para la sociedad”, “es cabeza de familia”, o cualquier otra evasiva que les permita cumplir condena en su casa y no en un centro penitenciario donde deberían estar recluidos todos los delincuentes cuyos delitos les sean probados y tengan una condena por pagar, a la justicia y a la sociedad. La justicia no solo tiene los ojos vendados también ha perdido la dignidad,

Por otro lado, los recursos, en algunos casos billones, que han sido sustraídos de las arcas del estado, son irrecuperables. Los dineros que debían ser invertidos en los más necesitados fueron a parar en manos de los más corruptos. La cadena va desde altos funcionarios nombrados por el presidente hasta malandros contratistas que con artimañas y empresas de papel eran adjudicatarios de los contratos de obras que nunca se realizaron; estos solo obtuvieron porcentajes por prestar sus nombres y el de compañías inexistentes. Los recursos obtenidos por estos medios corruptos son tan elevados que hay suficientes para comprar todo lo que se requiere en el camino hacia la impunidad. Lo importante es no pagar un solo día de cárcel, porque el estado no tiene doliente.

Hay quienes son corruptos y buscan la forma de desviar contratos; otros defienden a los corruptos y otros manejan los hilos del poder para que todo se olvide de la manera más sutil. Es triste, lamentable y deprimente, que los corruptos para obtener recursos utilicen a los más necesitados, las obras civiles encaminadas a contener las inundaciones que ponen en peligro la vida, los cultivos, el sustento de los campesinos de las regiones más apartadas y vulnerables; los dineros destinados a los acueductos que calmarán la sede de las comunidades que viven en las zonas más secas. Es incomprensible que tanta maldad y tanta inteligencia sean utilizadas para desangrar a la nación y no para construir en beneficio de la sociedad. Los más necesitados, quienes deberían recibir toda la atención, apoyo y socorro, son quienes tienen que soportar el peso de la corrupción. El gran perdedor es el pueblo que aguanta las necesidades, la violencia, la inseguridad y las necesidades básicas; ¡el pueblo es el que sufre el pueblo es el que paga!