No nos podemos prestar para que la manipulación política, sea de izquierda o derecha, nos compela compulsivamente a salir a la calle por encima de nuestro libre derecho de protestar y disentir de todo lo que nos rodea.
Tampoco podemos permitir que se nos estigmatice por ejercer ese derecho a la protesta social, entendida como un elemento esencial para la existencia y consolidación de sociedades democráticas.
Mucho más inaceptable es el silencio, la burla y desatención de quienes son objeto de la protesta social. Especialmente si encontramos que el salir a la calle se encuentra protegido por derechos y libertades consagrados en el sistema interamericano, con la Declaración Americana de los Derechos y Obligaciones del Hombre y en la Convención Americana de Derechos Humanos, conforme a pronunciamientos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
La protesta es una forma de acción individual o colectiva dirigida a expresar ideas, visiones o valores de disenso, oposición, denuncia o reivindicación. Para la CIDH en las sociedades democráticas, las personas y la población en general se organizan y expresan sus demandas de formas distintas y por medio de estrategias que varían de la denuncia a la presión directa, y de formas más institucionales y estructuradas a través de organizaciones formalmente constituidas, aunque también abarca estrategias no institucionales, manifestaciones y protestas espontáneas y de gestación horizontal.
En ese sentido, las protestas pueden ser protagonizadas o apoyadas por diferentes tipos de actores o por una combinación de actores. La sociedad civil organizada, o las ONG; asociaciones de vecinos, entidades religiosas, centros de enseñanza, institutos de investigación; los sindicatos y asociaciones profesionales; los partidos políticos y los movimientos sociales viabilizan estos procesos de reivindicación y expresión, en el marco de sus estrategias para la promoción de sus ideas e intereses o de defensa o promoción de derechos.
No obstante, las protestas espontáneas también son una forma legítima de expresión, denuncia, protesta o apoyo ante diversos acontecimientos.
Es por ello, que legitimamente el ciudadano puede salir a la calle a protestar sin que requiera motivación distinta al ejercicio de su propio derecho. La moda de convocar de un lado marchas jalonadas desde la politiquería y otra a iniciativa del gobierno por el otro, constituyen una coerción a la libertad ciudadana de expresión. Podemos salir a la calle a protestar si autónomamente consideramos que hay claros motivos para hacerlo. No nos dejemos afectar nuestro pensamiento crítico e independiente. ¡Bobos útiles, manipulados, No. ¡Nunca!