Estamos a solo 25 de días de las elecciones en todos los municipios del país de sus autoridades locales: alcaldes, concejales, ediles, gobernadores y diputados. Las elecciones periódicas y regulares son tan solo un elemento fundante de la democracia. Es decir, si bien es cierto las democracias se caracterizan por convocar a sus ciudadanos a hacer elecciones periódicas con cierta regularidad. No es menos cierto, que las dictaduras tienen elecciones, pero carecen de democracia.

Son las garantías del ejercicio de libertades y derechos ciudadanos posiblemente uno de los elementos mas importantes del sistema de gobierno democrático.

Pues no se entiende la democracia sin la posibilidad ciudadana de expresarse política y libremente sin miedo a que la desaparezcan, aniquilen o estigmaticen por su forma de pensar. De mayor monta aún es la garantía que el Estado debe brindar a los coasociados para la efectividad de sus derechos.

Igualmente, la democracia debe tener 3 poderes públicos independientes, autocontrolados por un férreo sistema frenos y contrapesos, con el propósito de evitar la concentración de poder en cabeza de solo uno de ellos y caer en las mieles del poder absoluto propio de las dictaduras.

No obstante, el problema de la democracia es su legitimidad. Los procesos democráticos en Latinoamérica históricamente han estado pringados por dos factores que la hacen ilegitima: corrupción y narcotráfico.

El deterioro de la moral pública hace que se apropie sin misericordia de dineros públicos que van a parar a la financiación de campañas políticas. Peor aún es la financiación del proselitismo con dineros provenientes del narcotráfico.

Lo anterior, nos obliga a hacer una profunda reflexión antes de votar porque tenemos la obligación moral de cambiar nuestra propia realidad de corrupción, narcotráfico y democracia ilegítima. Hoy mas que nunca nuestra realidad nos concita a votar libre, informada y secretamente, solo por los candidatos que pasen un examen profundo de antecedentes desde lo familiar, personal, profesional, social, judicial, policivo, ético y moral. Volvernos a equivocarse en las urnas significa seguir cavando nuestra propia tumba, siendo corresponsables del entierro de nuestra familia por generaciones. Por supuesto, contribuiremos con la profundización de la crisis y posible entierro del decadente sistema democracia que tenemos y del deterioro social de la nación.

Hay que cambiar la mentalidad de elegir al que roba, pero hace; por quien no tiene conocimiento, pero es el señalado; por quien me compre el voto; pues se trata de elegir a quien tiene su vida resuelta y tendrá en sus manos la de la sociedad. Pongámonos serios, no sigamos eligiendo a rateros honrados.