El palenque de San Basilio es ahora un municipio. Se decidió el día de la Afrocolombianidad, el mismo día del fallecimiento de Omar Geles, el notable compositor nacido en Mahates, Bolívar, bajo cuya jurisdicción se encontraba la tierra de Pambelé. Cuando lo supe, recordé un cuento de Germán Espinosa que rescata del olvido la leyenda idílica de la princesa Orika, hija del mítico cimarrón Benkos Biohó, «una especie de Giulietta Capuleto afrocaribe».

El cuento narra la historia de amor entre Orika Biohó, cuyo nombre trueca la cristiandad esclavista en Benilda y Francisco de Campos, tímido hijo del Capitán Alonso de Campos. Es decir, los amores entre una joven esclava y el hijo de un amo. En el cuento, el deseo erótico no es exclusivo de la joven pareja de enamorados. «El capitán acariciaba con fruición el trasero de la reina Wiwa, es decir, de la esclava Marta, cuando ésta le llevaba alguna refacción a la alcoba, en ausencia de su esposa».

A través del erotismo, se develan las formas disímiles de asumir la sexualidad por parte de africanos y españoles. Perspectiva que no es ajena al influjo de la represión sexual ni a la construcción ontológica del negro por parte del catolicismo hispánico. Precisamente, esa naturalidad respecto de los cuerpos es el detonante del deseo erótico del joven Francisco de Campos al reparar en las formas sensuales y la belleza de su esclava Benilda, antigua princesa de las islas Bissagos, «cuyos senos virginales y cuyo sexo apenas musgoso lo arrebataron hasta el delirio». Fiel a la tradición católica de nivelar la sexualidad con el pecado, Fray Tiburcio de Broquetas, una de las fuentes a partir de la cuales se construye la narración, no titubea en calificar el impulso erótico en los términos de «alguna propensión indigna y maligna de parte de Francisco ante las carnes adolescentes de Orika».

En Orika de los palenques su autor se introduce en el propio espacio narrativo que crea, a la manera de un historiador que evalúa las fuentes y los documentos de los que dispone. Son múltiples las lecturas que cabe hacer a este cuento de Germán Espinosa. El esclavismo, la libertad, el honor, la traición y la historia son motivos que se pueden explorar en este sentido. Baste señalar el evidente contraste de los amantes en su forma de asumir la experiencia del erotismo.  Todo lo anterior, hace del Caribe un espacio cultural en donde, al influjo de la hibridación africana, no solamente «alternan el vudú y la espléndida música de santería con el mambo de Pérez Prado y con la poesía de Nicolás Guillén», sino también una vivencia mucho más libre y desprejuiciada de los cuerpos y la sexualidad. 

Tal vez por ello, y a pesar de todas las diferencias, en este dueto trágico de amo hispánico y esclava africana, el erotismo encuentra la forma propicia de abrirse camino para obrar «sus magias y también sus desesperaciones».