Comienza un año de grandes aniversarios para las letras universales. Podría empezar por cualquier lugar, pero iniciaré el recorrido con el centenario de la muerte de Franz Kafka. Escribió Gabo, uno de sus discípulos más aventajados, sobre el autor de La transformación: «definió un camino nuevo para mi vida desde la primera línea…Al terminar su lectura me quedaron las ansias irresistibles de vivir en aquel paraíso ajeno». El mismo Borges, el más grande, reconoció alguna vez: «Yo he escrito también algunos cuentos en los cuales traté ambiciosa e inútilmente de ser Kafka».
También Borges está de aniversario. Se cumplen 125 años del nacimiento en Buenos Aires de Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, asimismo 80 años de la publicación de su libro más influyente, Ficciones. Gabo no se queda atrás. Se cumple una década de la muerte en México de Gabriel José de la Concordia García Márquez. Esto es, 10 años sin Gabo. Pero también se conmemora la publicación de algunas de sus novelas: 30 años de Del amor y otros demonios, 20 de Memoria de mis putas tristes. 2024 será también el año de la publicación de su novela En agosto nos vemos.
Se cumplen 120 años del nacimiento de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, un tal Pablo Neruda, quien además publicó hace 100 años el poemario de amor más famoso de las letras hispanoamericanas, Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Se conmemoran también 40 años del fallecimiento de Julio Cortázar. Aunque cuenta la leyenda que el amante del jazz, el gran cronopio argentino no murió en París, como todo el mundo piensa, el 12 de febrero de 1984, sino que desde ese funesto día se halla privado de la libertad en una celda subterránea bajo el lecho del Sena. Desde la sombría humedad de su cautiverio, el gigante de ojos de novillo sigue escribiendo y entrega cada año una nueva obra a las voraces multinacionales del libro. Solo así se explica que, desde hace tres décadas, no haya feria del libro que se respete que no haya exhibido orgullosa una novedad editorial del travieso autor de Rayuela.
Yo me quedo, desde luego, con el Cortázar que escribía en libertad, a mano, en las servilletas con migajas de cruasán, el de las instrucciones para dar cuerda a un reloj, para subir una escalera o para matar hormigas en Roma. Y así podemos seguir: 40 años también de la muerte de Manuel Mujica Láinez, autor de la extraordinaria novela Bomarzo, una de las influencias determinantes de Germán Espinosa. 30 años de la muerte del grandísimo escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, uno de los más formidables cuentistas de América Latina. Cuando murió, salió una edición de sus cuentos completos. Todavía recuerdo el asombro con que leí esa obra inagotable. Cuentos memorables como Bienvenido, Bob, El infierno tan temido y Tan triste como ella, me acompañan desde entonces…