Poner fin al hambre mundial para el 2030 según lo planteado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible no será posible. El último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) las cifras sobre el estado de la seguridad alimentaria y nutrición en el mundo para el 2021 son preocupantes. La inseguridad alimentaria aumentó del 8.4% al 9.9%; más de 800 millones de personas enfrentaron hambre durante el 2020. En América Latina alrededor de 60 millones se encuentran en estado de desnutrición y 10 millones afrontaron limitaciones en el acceso a una alimentación adecuada. En Colombia, el número de personas que no ingieren suficientes alimentos aumentó de 4.4 a 7 millones; un retroceso importante de al menos una década en las políticas sociales del país.

Para el caso de la región Caribe las cifras no son más alentadoras, antes de la pandemia y según un informe realizado por Fundesarrollo en el 2019 el 65% de los hogares no contaban con acceso permanente a la alimentación. Algunos departamentos más afectados que otros como Sucre y la Guajira que tienen niveles de inseguridad alimentaria muy por encima del promedio nacional.

La covid-19 dejó en evidencia la vulnerabilidad de los sistemas alimentarios, las medidas de confinamientos provocaron una desaceleración en la economía mundial y generaron perturbaciones en las cadenas de suministro de alimentos, colocando en riesgo la subsistencia de la población más vulnerable.

Los resultados de la última encuesta Pulso Social del DANE presentados la semana pasada, nos recuerda que debemos de seguir trabajando para mejorar el acceso a la alimentación de los hogares en la ciudad; el 29,3% afirmaron que consumen 3 comidas al día. Estas cifras revelan el fuerte impacto que tuvo la pandemia en los hogares barranquilleros en donde la pobreza y el desempleo se incrementaron de manera significativa.

Es necesario desarrollar estrategias que permitan cubrir las necesidades alimentarias de la población que padece hambre, pero estas deben ser incluyentes y sostenibles en el largo plazo. Para esto, se debe reducir la pobreza y desigualdad que fomentan un círculo vicioso entre hambre y desnutrición. Generar crecimiento económico es importante, pero lo es aún más la creación de empleo. El mecanismo de transmisión del crecimiento a la pobreza es a través del mercado laboral por lo que se hace necesario propiciar medidas de choque para superar esta crisis social.

La pandemia mostró que si bien hemos avanzado en la protección a la población más pobre, todavía queda un camino por recorrer; aún sigue siendo muy deficiente la protección frente al riesgo. La transformación de los sistemas alimentarios debería de ser una prioridad frente a la recuperación económica. Se debe seguir trabajando en el análisis y desarrollo de estudios riguroso desde las distintas ciencias del conocimiento para contribuir a mitigar el impacto social de la pandemia en la ciudad; pero esto también debe estar acompañado de un trabaja mancomunado entre lo público y privado; en donde exista además un compromiso de los actores políticos con la sociedad barranquillera y la ciudad que se desea construir después de la pandemia.

*Directora de Fundesarrollo