Fallecidos no vacunados
Conociendo esa realidad no he podido comprender cuál ha sido la razón para que la información oficial y periódica de contagiados, de internados en clínicas, inclusive en UCI, y de los fallecidos, no discrimine cuántos estaban vacunados y cuántos no se habían querido vacunar.
El virus original de la covid-19 ha sufrido mutaciones desde su aparición, y cada nueva variante difiere de la que la precede, manifestándose de diferentes maneras en el organismo contagiado. Afortunadamente lo normal es que con cada mutación, se vaya disminuyendo su letalidad, pero así mismo, en el caso de la variante Ómicron, se ha incrementado su capacidad de contagio de una manera impresionante. Nadie sabe si seguirá mutando, ni cuáles podrían ser las características de esa eventual nueva variante, y obviamente, todos preferiríamos que eso no sucediera porque ya estamos de covid hasta la coronilla.
Además del obligado y prolongadísimo encierro inicial, del miedo del que fuimos todos contagiados, de la incertidumbre sobre lo que pudiera acontecer y del dolor ocasionado por la pérdida de familiares, amigos y conocidos, se nos cambiaron las noticias diarias en periódicos, radio y televisión, por datos y estadísticas que nos mostraban con cuadros informativos, los números de contagiados y fallecidos por covid en cada ciudad y departamento de Colombia, así como en cada país de los cinco continentes; también los muy rápidos desarrollos de nuevas vacunas, que a millones se nos hacían eternos mientras que otros, los consideraban sospechosamente rápidos al compararlos con lo que tardaban esos procesos en el pasado. Mientras todo esto sucedía, la humanidad entera se acostumbró a incluir la infaltable mascarilla o tapabocas, como una prenda, quizás más necesaria que otras que no se ven. Nunca logré entender cómo alcanzó la materia prima para producir tanto alcohol, geles antisépticos y jabones líquidos. Y así, con un ritmo de vida atípico, han transcurrido más de dos años en el planeta Tierra.
Analizando las generalidades de esta pandemia, he considerado que podría dividirla en dos etapas, la anterior a la vacuna y la posterior a esta, porque no recuerdo haber vivido una espera más ansiada que la de la bendita vacuna, ni a un porcentaje tan grande de personas confiando en que vacunarse era lo más importante que podrían hacer, tanto que fueron muchos los que viajaron a Miami para anticipar el pinchazo uno o dos meses. Pero como en este mundo ni la eventual muerte logra cambiarle el chip a los contra-vías, han sido un grupo importante los que olímpicamente, como Novak Djokovic, se niegan a ser vacunados, afectando a quienes sí lo hemos sido.
Conociendo esa realidad no he podido comprender cuál ha sido la razón para que la información oficial y periódica de contagiados, de internados en clínicas, inclusive en UCI, y de los fallecidos, no discrimine cuántos estaban vacunados y cuántos no se habían querido vacunar. Lo cierto es que si se incluyera esa información, quedaría en evidencia la proporción tan grande de tercos que ocupan las diferentes clínicas, o que ya se fueron de este mundo, dato que eventualmente serviría para que muchos cambiaran de actitud, y con esto se beneficiarían ellos y el resto, que obedientemente nos dejamos y dejaremos chuzar las veces que fuere necesario. He preferido relatar lo anterior y proponer que se incluya ese dato en los informes, de una manera coloquial, pero con la certeza de que si así se mostraran los cuadros estadísticos, se lograría incrementar la vacunación, y por tanto, esa información sugerida, sería más que justificada.
nicoreno@ambbio.com.co
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