Han pasado más de 17 años cuando en nuestra asociación cívica “Por Amor a Barranquilla” por primera y única vez consideramos necesario para la ciudad intervenir de cierta manera en política. Era el año 2003 y decidimos más que apoyar, lanzar un candidato a la alcaldía y otro a la gobernación, a los que algunos partidos políticos adhirieron. Nuestro candidato a la gobernación ganó en esas elecciones, más no el de la alcaldía. En esas elecciones fue elegido Guillermo Hoenigsberg. No recuerdo cuando fue mi primer encuentro con Hoenigsberg, pero fue ya posesionado como alcalde y de manera amable me comentó que entendía que apoyáramos a su contrincante, así es la democracia. En varias ocasiones nos reunimos planeando proyectos para la ciudad. Siendo yo un simple ciudadano independiente nunca otro alcalde me lo había solicitado antes de Hoenigsberg. En su gabinete tenía yo dos buenos amigos, Roberto Zabaraín, gerente entonces de Edubar, donde planificó la primera valorización con la que se construyeron las primeras grandes obras de la ciudad, y Alvaro Osorio en la gerencia de Transmetro, en plena construcción.
Una obra que me tenía entusiasmado era la remodelación del Paseo Bolívar, y los recursos de valorización para esa obra eran muy limitados. Solicité a Hoenigsberg permitirme diseñar el nuevo Paseo Bolívar, sin costo alguno. Así lo hice, y para ello logré que Diselecsa diseñara la nueva iluminación, que Electricaribe diseñara la reducción del cableado dentro de costos razonables, que la E.M.T. diseñara la red subterránea bajo los andenes, y la Triple A el sistema de riego por goteo. Ninguna de las anteriores empresas me cobró un solo peso, sabiendo que era un diseño que se estaba haciendo sin costo.
Algún tiempo después Hoenigsberg me propuso que asumiera la secretaría de planeación con la tarea de sacar adelante el Plan de Ordenamiento Territorial, POT. Aunque jamás había pensado ser funcionario público, fue un reto al que no me pude negar porque siempre había querido aportarle a la ciudad, y así lo hice. Después me ofreció que sucediera a Roberto Zabaraín en Edubar, quien había renunciado para atender su empresa. Así asumí otro cargo público cuando se construían por valorización obras como la prolongación de la carrera 46 desde la calle 30 hasta la calle 6 de Barranquillita, el puente sobre el caño de Los Tramposos, la Avenida del Río en La Loma, el mega-colegio en el barrio Santa María, la Circunvalación desde 7 de Abril hasta la Cordialidad y el puente de 7 de Abril a Los Robles, la llamada Plaza de la Concordia desde la carrera 45 a la 46, y el Paseo Bolívar que yo había diseñado, sin costo alguno, siendo un simple ciudadano. He querido aprovechar este espacio para agradecerle públicamente a Guillermo Hoenigsberg haberme honrado con esos cargos, siendo que fui yo, un contradictor fuerte durante su campaña a la alcaldía y que jamás he militado en partido ni grupo político alguno que pudiera apoyarme. Como también a Alex Char, quien me solicitó que continuara en Edubar cuando asumió en su primer mandato. No recuerdo habérselos agradecido y estaba en mora.
Sé que este tipo de declaraciones no se hacen públicas regularmente, y que ha pasado mucho tiempo desde entonces. Quizás me estoy poniendo más sentimental con los años, y pensé: Más vale tarde que nunca.
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