Llevamos un año de desgobierno y nos faltan tres más, de charlas y hasta de acaloradas discusiones acerca de las actuaciones de nuestro presidente, de su entorno familiar, de los funcionarios de los que se rodea para llevar a cabo sus programas de gobierno, de sí pretenderá atornillarse en el poder, y si no cómo dejará al país después de cuatro años del gobierno más caótico imaginable, en fin, lo único cierto es que habrá material suficiente para todos los gustos y vertientes políticas, porque aunque sean muchos los arrepentidos por haber votado por Petro, seguirán siendo bastantes también los que continuarán defendiéndolo con los más rebuscados argumentos, que de contravías está plagado el mundo.
Yo particularmente parto de una premisa de la que considero se derivan todas las actuaciones de nuestro presidente, y esta es que Gustavo Petro Urrego es una mala persona. De que es un mitómano empedernido al que le sabe a cacho mentir de manera pública y continua, como creyendo que todos los colombianos somos bobos y brutos, sí, pero peor que eso, es que él es una mala persona. Que desprecia al prójimo, sea este cual fuere, igual si es un rey que un humilde campesino, o a 500 alcaldes que se desplazaron desde todos los rincones de Colombia, faltando olímpicamente a sus compromisos y reuniones, así hayan sido citados por él mismo, lo cual demuestra una falta de seriedad imperdonable o alguna desconocida adicción, o lo que fuere, sí, pero con eso lo que demuestra es que es una mala persona. Que desvaría en sus discursos en los que se atreve a expresar ante la Asamblea de la ONU su deseo de “expandir el virus de la vida por las estrellas”, asegurando ante tan respetable auditorio que “el petróleo y el carbón son más dañinos que la cocaína”, o reitera, ya en el plano nacional, que “las grandes extensiones de ganadería serán las que originen el fin de la humanidad”, esa a la cual él y solo él podrá ser el salvador. Pero peor que esos públicos desvaríos, es que Petro es una mala persona.
Una mala persona a la que le importa un soberano comino la salud de su pueblo y la mortandad que podría generar su reforma a la salud, y menos si cientos de miles perdieran sus empleos por su absurda reforma laboral. ¿Qué importancia puede tener para una mala persona si con su reforma se perjudican millones de pensionados? Ninguna, su arrogancia y su ego enfermizo no le permiten siquiera analizarlo. Cuando alguien opina que los empresarios son unos explotadores que someten a los empleados a una esclavitud moderna es simplemente un estúpido equivocado, pero cuando lo expresa el presidente de la República la vaina es grave. Por todo lo anterior es que opino que el mayor problema de Colombia es que está gobernada por una mala persona. Así de fácil.
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