Durante un año y medio de conversaciones y 28 mesas de trabajo, el peaje de Papiros ha sido una burla para los barranquilleros y porteños. Para el Gobierno nacional, es un tema menor, pero este peaje, mal concebido desde lo técnico, afecta la calidad de vida de los atlanticenses. Por eso la propuesta del gobernador Verano de asumir la gestión de la vía Barranquilla-Puerto Colombia es acertada. No se trata de populismo, sino de enfrentar la ineficiencia del centralismo y ofrecer una solución real.

Financieramente, es viable. Mantener esos 14 kilómetros de vía cuesta alrededor de 1.500 millones de pesos anuales, una cifra manejable en comparación con el alivio económico que representaría para estudiantes, padres de familia, turistas, y habitantes que transitan esa vía diariamente.

Sin embargo, más allá de lo económico, la propuesta manda un mensaje contundente: ¡no dependamos del Gobierno nacional! Desde hace 20 años venimos demostrando que tenemos el talento y el empuje para sacar a la ciudad y el departamento adelante. La ayuda recibida desde la nación ha sido muy poca comparada con el esfuerzo que hemos hecho localmente, con el pago de nuestros tributos y de la mano de un proyecto de ciudad y departamento claro, para logar los grandes avances que vemos hoy.

Mientras que, por el contrario, los lunares que aún tenemos son aquellos que dependen del nivel central. Por ejemplo: llevamos 26 años recibiendo un servicio de energía con tarifas elevadas y un servicio deficiente, que tiene tan malos resultados, que desde el pasado jueves tuvo que ser intervenido por la superintendencia ante la alta posibilidad que 3 departamentos se quedaran sin luz. ¿De quién depende la solución? Del Gobierno nacional.

O en términos de competitividad del departamento, la estabilidad del canal de acceso para mantener una profundidad de 30 pies, y la cual, a pesar de que este año ha estado en buen funcionamiento, durante mucho tiempo ha sido un dolor de cabeza. O el aeropuerto Ernesto Cortissoz, otro ejemplo de obras inconclusas que desde hace 4 años no se han podido terminar. Y dependen del Gobierno nacional.

O, con respecto a la cultura, las obras del Museo de Arte Moderno de Barranquilla llevaban 6 años sin moverse y si el alcalde Alejandro Char no se involucra, se queda como otro elefante blanco; un proyecto en el cual el Gobierno nacional enredó la pita. O el teatro Amira de la Rosa, que se demoraron 4 años en sacarle la licencia de construcción y apenas ahora el Banco de la República va a abrir el proceso de licitación de la obra. ¿De quién depende? Del Gobierno nacional.

En el Atlántico si sabemos hacer la tarea. Es hora de que, como lo hemos hecho frente a otros temas los últimos 20 años, tomemos las riendas de este problema a ver si salimos de esta hamaca en las que nos ha metido el Gobierno nacional. Seamos audaces y dejemos de depender de un centralismo que solo nos deja problemas.