Al escuchar la palabra "forzosa", es natural sentir rechazo. Las “inversiones forzosas”, que han generado tanto debate últimamente, realmente no son nada novedoso, es un mecanismo que se viene utilizando desde hace mucho tiempo. El gobierno nos las vende como clave para la reactivación económica, pero lo cierto es que parecen querer "construir sobre lo construido" repitiendo fracasos de décadas pasadas. El ejemplo más claro es el sector agropecuario, donde se han invertido con este esquema de manera forzosa hasta 15 billones de pesos anuales sin resultados notables, ¿o sino para que la reforma agraria?

Con esta propuesta, el gobierno parece creer que dinamizar la economía es tan sencillo como agitar una varita mágica. Pero ¿es realmente la falta de crédito el problema? Imaginemos a un pequeño empresario cuyas ventas se han desplomado. ¿Darle un crédito solucionará su problema de falta de clientes? O pensemos en el turismo: ¿de qué sirve financiar la construcción de hoteles si no hay turistas? Primero, se debe reactivar la economía, lo que en esencia significa poner dinero en los bolsillos de las personas, para que el crédito realmente funcione.

El plan que nos presentan es francamente absurdo. Por un lado, endeudan a los microempresarios; por el otro, exponen los ahorros de los colombianos para financiar sectores que el Estado designe, sin saber si esos sectores podrán cumplir con sus compromisos. Parece entonces que Petro maneja mejor los recursos que los banqueros, y nosotros debemos confiar que el gobierno, con todo y sus cuestionamientos de corrupción y su baja ejecución, defina dónde se invierten nuestros ahorros. Esto solo tiene sentido si se cumple una condición: que el gobierno ponga las garantías para que, si la inversión sale mal, ningún colombiano pierda sus recursos.

Si lo que realmente se quiere es inyectar dinero a la economía popular, ya existen mecanismos probados, como los subsidios. O si la idea es otorgar buenos créditos, también existen las tasas subsidiadas, que han demostrado ser efectivas. En esto coincido con Rosmery Quintero, directora ejecutiva de ACOPI Atlántico, quien señala que el gobierno tiene otras opciones para generar confianza y coordinación, sin recurrir a medidas que solo generan incertidumbre. No debemos repetir errores como el del 4x1000.

Lo que realmente necesitamos son proyectos concretos, ejecutables en un corto plazo que dinamicen la economía, no otro debate innecesario que desvía nuestra atención hacia ideas absurdas. Mientras todos discutimos sobre la ridiculez de esta medida, olvidamos lo verdaderamente importante: los pocos logros del gobierno en seguridad, salud, empleo y, por supuesto, economía.

Petro y su gobierno son unos genios, todos los días lanzan una propuesta más absurda que la anterior, para mantenernos hipnotizados, mirando el péndulo de sus ideas, mientras el suelo se desmorona bajo nuestros pies. Esta columna es la prueba de que yo también caigo.