Es alentador ver cómo se promueven debates importantes desde lo local, quitándole el protagonismo al centralismo, que generalmente está desconectado de los problemas del día a día de la gente. Como el tema de los celulares en los colegios, abordado por Bogotá con la prohibición de estos en 27 instituciones. La pregunta clave es ¿qué impacta más a un niño en desarrollo, unas horas sin acceso a redes sociales y juegos o perder oportunidades de aprendizaje e interacción real?
Estudios del London School of Economics y la Universidad de Berkeley muestran que en los colegios donde los celulares están restringidos el rendimiento académico es superior. Esto tiene sentido pues según estudios del hospital para niños de Michigan, un niño puede recibir hasta 60 notificaciones durante la jornada escolar. Si le pasa a uno, que cada vez que le llega una notificación quiere verla inmediatamente, imagínense a un niño en plena clase de matemáticas recibiendo una notificación: pierde la concentración y probablemente se raje en el siguiente examen. Pero más allá del impacto académico, según estos estudios los celulares también están relacionados con la ansiedad, el ciberacoso y el riesgo de adicción, situaciones mucho más graves que en este mundo post pandemia lleno de retos de salud mental, hay que abordar.
Los detractores argumentan que la prohibición afecta la comunicación entre padres e hijos, que impide que aprovechen los dispositivos como herramienta de enseñanza y que limita el libre desarrollo de la personalidad. Yo quedo confundido. Nosotros que no tuvimos esta tecnología, ¿se nos limitaba el libre desarrollo de la personalidad? O, porque tanto miedo de los padres, ¿no confiamos en los profesores para informarnos si algo malo sucede? Y en los casos donde se necesite el celular como herramienta de aprendizaje o conectividad, pues que se permita, porque seguramente serán la excepción.
Como todo en Colombia, tenemos la ley 2170 desde hace 3 años, que buscaba regular el tema, pero no se ha reglamentado, dejando a los colegios en la posición de tomar decisiones directamente. Y allí sale el centralismo, a través del viceministro de educación, a decir que respetan la decisión, pero insistiendo en que debe ser concertada y no aplicable a todos por las desigualdades en el acceso a la tecnología. Todos estamos de acuerdo con esto, por eso se necesita que rápidamente tomen decisiones colegio por colegio, para que el celular deje de ser un elemento dañino en la sociedad.
En este debate, todos ganamos con la restricción: los padres vemos a nuestros hijos aprovechar su tiempo en el colegio, los profesores no compiten por la atención de los estudiantes y, sobre todo, los niños pueden relacionarse y conectarse con lo que están aprendiendo. ¡Decidan rápido! Démosle a la próxima generación la oportunidad de conectarse con el de al lado, no con el de la pantalla.