En nuestra sociedad, nos seducen las promesas, los discursos políticos, aquello que nos hace soñar, pero se nos olvida una frase clásica que dice que todo lo que brilla no es oro. Más allá de las promesas, que asumimos son con buena intención, los políticos realmente fallan porque muchos de ellos no saben como convertir esos sueños en realidad. La historia se repite en los últimos días con casos como el suministro de agua en La Guajira y la crisis medioambiental en La Mojana, mostrando una desconexión entre palabras y hechos, en la que los que sufren son los más necesitados.
En La Guajira, los discursos de cambio que prometían por fin llevarle agua a las comunidades, se desvanecieron entre malabares burocráticos, dejando a la gente esperando ver esos 40 carrotanques yendo y viniendo llenos de agua, mientras lo que realmente recibieron fueron unas bicicletas con botellones donadas por organizaciones internacionales. ¿Qué tal el cambio? Siguen sin cumplir las promesas, pero le adicionaron la burla.
Por otra parte, está la tragedia humana que se está viviendo en la Mojana, cuya solución tiene unas complejidades enormes. Estos 11 municipios, donde habitan 506 mil colombianos han sufrido a lo largo de su historia a causa de inundaciones y crecientes, le reclaman al gobierno lo que todos han prometido en campaña y que reafirmó su ministra de ambiente hace solo 2 meses desde ese territorio: una inversión global de 2,5 billones para organizar la zona, de los cuales 130 mil ya se estaban invirtiendo a través de la UNGR para cerrar el boquete de Caraegato y así mitigar el efecto del agua en la zona. Pero nuevamente las promesas quedaron en nada, pues las obras resultaron deficientes, con filtraciones que hicieron colapsar la obra 2 meses después de haber sido entregada y deja ya 400 personas damnificadas y 35 mil hectáreas de cultivos perdidos, cuando apenas empiezan las lluvias.
¿Cómo se les explica que hubo voluntad política para atenderlos, pero no capacidad técnica para sacar esas soluciones adelante? Es evidente que el equipo con el que cuenta el presidente carece de capacidad técnica y moral para llevar a cabo sus propuestas. Más allá de la voluntad política, se requiere un enfoque integral, con seguimiento, gestión adecuada de los recursos y personal capacitado. El medio ambiente y las comunidades no necesitan discursos vacíos, sino compromisos concretos que le mejoren la vida a la gente.
En este universo del cambio, la gente sigue siendo víctima de promesas incumplidas y corrupción institucional, pero en este escenario el tema es un poco peor porque nos quieren hacer creer que todo ocurre a sus espaldas y que él no es responsable por la gente que nombra; como si no fuera el presidente de la República. Se necesita un cambio real, donde las palabras se traduzcan en resultados tangibles y duraderos y que, del dicho al hecho, sea corto el trecho.