El cáncer más grande que tiene el planeta tierra somos los seres humanos. Y el problema más grande que tenemos los seres humanos es que somos una especie absolutamente egoísta.
Escribo esta columna luego de verme la serie de Netflix ‘Nuestro Planeta’ y, por ende, ha sido inevitable que estas sean las frases que se me vengan a la cabeza. Ha sido inevitable, pues basta con verse uno de sus ocho episodios para llegar a estas conclusiones, para pensar que somos lo peor que
tiene este mundo y para tener la certeza inquebrantable de que si no se hace un cambio significativo en nuestra manera de vivir y de consumir, estamos destinados a acabar con este lugar que llamamos nuestro hogar.
Y no, no es que sea apocalíptica, es que es necesario ser así de realista, abrir los ojos y empezar a poner nuestro grano de arena. Porque depende de nosotros cambiar el rumbo, porque depende de nosotros dejarles un futuro a las siguientes generaciones y porque depende de nosotros hacer algo para evitar el desastre.
En los últimos cien años, los seres humanos hemos crecido cuatro veces más de lo que nos reprodujimos en los últimos mil años y, para agravar la situación, nuestra sociedad de consumo ha hecho que acabemos aún más rápido
con nuestros recursos. Esto es cuestión de matemática y, sencillamente, las matemáticas no nos dan. No cabemos, estamos hacinados y, para colmo, nos hemos encargado de derrochar lo poco que nos queda.
Pero somos tan egoístas que calmar nuestra insaciable sed que tenemos ahora, nos ha nublado la racionalidad de pensar en lo que vendrá, en lo que nos quedará, en lo que nos extinguirá. Somos tan egoístas que no nos importa acabar con el orden de las cosas, con los hábitats de los animales, con el clima que necesitamos todos los seres vivientes y con el porvenir de la biodiversidad. Y lo más peligroso del asunto es que al igual que un ‘boomerang’, todo lo que destruimos, eventualmente terminará por destruirnos a nosotros mismos.
Porque la madre naturaleza es vengativa, y lo que le quitemos, ella misma se encargará de quitárnoslo a nosotros.
Y aún más importante lección es que todo lo que sube tiene que caer. Si seguimos emitiendo gases tóxicos, los polos se derretirán y el cambio climático nos acabará. Si seguimos con el exceso de pesca industrial, acabaremos con especies, impediremos su reproducción natural y, en últimas, quienes moriremos de hambre seremos nosotros. Si seguimos ensuciando nuestras aguas dulces y talando árboles de manera abismal, no quedará nada de nuestra especie.
Por eso, más que egoístas, los seres humanos somos brutos. Porque estamos mordiendo la mano que nos da de comer y ,eventualmente, le quitaremos la fuerza para que nos siga alimentando.
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