Es muy satisfactorio y gratificante observar cómo, a pesar de algunas dificultades, los colombianos en general disfrutamos intensamente esta bella época del año. En la mayoría de las ciudades y poblaciones muchas alegres y entusiastas familias gozan su vida con paz, amor y alegría en esta bella época, cargada de novenas, villancicos y actos religiosos que reconfortan el espíritu.

Hasta las múltiples campañas políticas han sido opacadas por ese inefable ambiente navideño colectivo que estamos viviendo, a pesar de su gran importancia, pues vamos a elegir el nuevo Congreso de la Republica y a definir, entre tantos y diversos candidatos, algunos con los méritos necesarios, otros sin ellos, al nuevo presidente que liderará el proceso de reconstrucción del país a partir el 7 de agosto del próximo año.

Los colombianos debemos comprometernos a contribuir al bienestar colectivo, con el mismo vigor y entusiasmo, en su debido momento; es decir, cada cosa en su espacio y en su justo tiempo. Nuestra responsabilidad para que así sea es insoslayable, especialmente cuando se trata de cuidar nuestro futuro, el de nuestra democracia y el del país.

Ese mismo país que el gobierno nacional actual ha querido descuadernar y que será un reto enderezar con la contribución de la mayoría de los colombianos. Hago énfasis en la palabra “mayoría” porque conocemos ese porcentaje minoritario que, a pesar de todo, siguen siendo fieles, por razones ideológicas, o por resentimientos, a él.

Aunque algunas cifras que ha publicado el DANE, algunas insostenibles, como la tendencia a la baja del desempleo, pues está disfrazada por la contratación por servicios del gobierno, el trabajo propio y la alta informalidad, sin olvidar la significativa emigración de colombianos, existen otras cifras macroeconómicas que son alarmantes y nos pronostican una enorme incertidumbre: El alto déficit fiscal y el crecimiento exagerado de la deuda externa, que restringen la inversión social y productiva.

No satisfecho con lo anterior, el gobierno nos remata el año con el aguinaldo de una infundada reforma tributaria, con base en una “emergencia económica” fabricada por el mismo gobierno, que golpea al sector productivo y a la industria de carbón, la que busca continuar asfixiando.