Por estas fechas se les ve el rostro. Abundan, en pegatinas, en vallas y panfletos, usualmente sonrientes, acompañados de algún símbolo partidista, con la denominación de su localidad y un número para votar por ellos. Se trata de los candidatos a ediles, es decir, los miembros de las Juntas Administradoras Locales (JAL), que se eligen mediante voto popular cada cuatro años, coincidiendo con los periodos de los alcaldes.

Los ediles tienen funciones que lucen importantes. En principio, deben formular propuestas que beneficien a los ciudadanos de su localidad, reunirse con la comunidad para escuchar sus propuestas y necesidades, promover la participación política de los ciudadanos, supervisar la ejecución de proyectos y programas a nivel local y vigilar la prestación de servicios y la ejecución de recursos públicos por parte del municipio; entre otras gestiones que están dentro de sus alcances. Según un concepto del Departamento Administrativo de la Gestión Pública, «son considerados como servidores públicos, en razón a que hacen parte de una corporación pública, como es el caso de las JAL, sin que tengan la calidad de empleados públicos, ni de trabajadores oficiales».

Sin embargo, algo no cuadra. Cuando pasan las elecciones, y quedan conformadas las JAL, dejamos de verlos. Personalmente, jamás he podido saber qué tipo de iniciativas proponen en mi nombre, al ser un miembro de una de las localidades de Barranquilla, ni me consta que ejerzan algún tipo de control sobre la ejecución de proyectos públicos. Tampoco he sido convocado a expresar mis necesidades. A decir verdad, no conozco el nombre de ningún edil ni se cómo contactarlos. Es posible que se trate de una falla de comunicación o de mi propia falta de iniciativa, pero creo que los ediles podrían hacer mucho más.

Para las elecciones de este domingo se han inscrito cerca de 750 candidatos que quieren ocupar las 75 curules disponibles en las JAL. Esos números reflejan un enorme entusiasmo democrático en nuestra ciudad, una disposición que debería propiciar un masivo involucramiento por parte de las comunidades en las decisiones que toma la administración distrital. Si se hace bien la tarea, un cuerpo de ediles sólido, activo y visible, que mantenga un diálogo abierto con sus localidades, podría identificar de una manera consistente las necesidades de los barranquilleros, de tal forma que los planes y proyectos que se emprendan con nuestros impuestos, tengan más posibilidades de mejorar el nivel de vida de todos. Es una oportunidad que está servida y que valdría la pena aprovechar.

moreno.slagter@yahoo.com