
¡Les dimos la plata para que fueran socios!
Hay que ver a ese transeúnte con el cual nos tropezamos los que no tenemos automóviles. De inmediato surge la pregunta del lector: “¿cómo? Usted no tiene automóvil, que los posee hasta el último cuartillero amicrofonado de esta ciudad?”
Y resulta que hay que responderle que no lo tenemos, ni lo hemos tenido por razones muy distintas a las que puedan tener otros afortunados coleguitas del patio.
En nuestro caso –ya para salir de este embrollo antipático y hasta mortificante– cuando hubiéramos querido fervientemente en la juventud, por razones económicas no lo podíamos tener.
Y en la madurez, cuando sí lo podíamos tener, entonces temíamos por la distracción que nos abruma, el poder atropellar, por la misma distracción de siempre, para andar con esa pesadumbre acompañándonos. Más claro, ni el agua de los manantiales. Y a otra cosa, mariposa.
Pero, rectificamos, ya que no hemos dicho nada todavía sobre el transeúnte barranquillero que nos tropieza en la calle, ejercitando el deporte de las canillas en acción, que nos felicita por las andanadas que les hemos metido a los Judas de la Federación Colombiana de Fútbol, pero que a él todavía no lo colma en su indignación por todo lo que venían preparando sigilosamente en Bogotá, una sede a todo timbal para las insumergibles dirigentes de la Fedefútbol, pero aparte de locales para el comercio bogotano, dos canchas de fútbol con la meridiana intención de ser el futuro lugar para que en Bogotá permanezca y entrene la Selección Colombia, una vez terminado el de 2014.
Por una de esas calles de lo que hemos llamado siempre en Barranquilla “El Centro Comercial”, nos topamos con un aficionado de esos que en el estadio Roberto Meléndez grita como un vendedor de chicharrones, pero lanzando puyas a diestra y a siniestra, que nos dijo algo que nos hizo sonreír inicialmente y luego nos hizo maldecir por debajito, pues no era un dialoguito con nadie, sino un monólogo con nosotros mismos.
Sospechará el lector con los que salió el fulano ese que también nos abordó cerca de lo que fuera en los años 30, 40 y 50, el famoso tertuliadero de la Lunchería Americana. Todo tertuliadero público es un pésimo negocio para el dueño, porque con un mísero tinto de 5 centavos el tertuliador quiere componer el mundo. Y más de 5 chivitos el hombre no gasta o no gastaba. ¿Qué tal esa?
Pero terminaremos, por Dios. El hombre nos dijo: ¿“Sabía Ud. que la Federación Colombiana de fútbol es socia en la edificación de la sede? ¿Y sabe usted por ende que por eso mismo todos los ‘ñeros’ contribuimos con los millones que pusimos en las alforjas de estos tragaldabas de la Federación”? Esos casi mil millones que le entraron, salidos del bolsillo nuestro, es lo que los ha hecho socios. ¡“Maldigo el amor y sigo amando”!, dijo un amargado poeta.
Palestra Deportiva
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