Lula en su momento ya fue un líder latinoamericano casi todo poderoso. No había en Brasil quien lo desafiara electoralmente. De hecho, hay un comercial de televisión muy famoso de su campaña presidencial triunfadora, que aún hoy, sigue siendo el mejor ejemplo audiovisual para mostrar en una clase de marketing político. Hasta sus contradictores se emocionaban viéndolo. (Lo pueden buscar en YouTube como “mi nombre es Joao”). Sin embargo, el gran Luis Ignacio se enredó y mucho. Su figura se desvirtuaría. Y se volvió imposible de defender.
Yo no me identifico ideológicamente con él, quien siendo un hombre, se hace llamar a sí mismo como la “madre de los brasileros” para apelar a sus emociones. Pero en mis veintes, le respetaba. Me parecía un zurdo muy sólido. Capaz.
Aunque llegaría el escándalo de Odebrecht y se derrumbaría ante los ojos del mundo quien fuera el político más influyente de Latinoamérica. Y es que recuerden que, hasta Barack Obama en su pico más alto, le hacía antesala.
En la otra esquina está Jair Bolsonaro, un radical de derecha que me gusta más bien poco. Me hace recordar la encrucijada a la que se enfrentaron los electores en Perú, el inexperto y populista Pedro Castillo, versus la corrupta Keiko Fujimori. Dos opciones nefastas, también sé que así es la democracia… Hay analistas que se “mojan” y dicen que hay que elegir entre lo menos dramático. A mi me parece eso un trago muy amargo de pasar. Ni el corrupto ni el radical fanático.
Ambos se me hacen dañinos.
No piense quien me lee que es fácil no tomar partido, me siento más “tibia” que Sergio Fajardo, sin embargo, tranquila de saber que no induzco al error con estas líneas que escribo. Es este escenario el reflejo de una Sudamérica polarizada, que ha sido atrapada (como el resto del mundo) por los radicales. Los dos extremos, tanto el de izquierda como el de derecha, reclaman discursos absolutamente basados en las identidades, algo realmente triste. Como si fuéramos seres “tribales” todavía.
En Italia triunfó Giorgia Meloni. Otro síntoma de la forma binaria en la que hoy se entienden las ideologías políticas. Yo me niego a que el centro desaparezca, a que la tercera vía haya sido solo una moda. Hoy más que nunca los seguidores de los postulados de Anthony Giddens necesitamos hacer el esfuerzo de alzar la voz, que el mundo sepa que existimos quienes no nos interesa casarnos con alguno de los dos bandos.
En todo caso, si alguien quedó contento en Brasil fue Bolsonaro, Lula no se esperaba los números de este fin de semana. Sabía que habría segunda vuelta, pero ni su circulo más cercano ni las encuestas, le daban tan poco margen por encima del de derechas. Se viene una batalla campal que definirá si América Latina regresa al casi total dominio de la izquierda, y todo ello liderado por un viejo conocido del poder. Aunque fácil, no la tiene.
KDiarttPombo