La Reina Isabel murió. Hay un nuevo regente ya, goce de favorabilidad o no. Porque si hay un dicho cierto es que a "rey muerto, rey puesto". La vida creo que le quedó debiendo nada o poco a esta mujer. Con momentos de atino y otros de desaciertos, supo ganarse más que el cariño, el respeto de los británicos. Sostuvo con gallardía la corona. No se quejaba del peso de la misma en su cabeza.

Hay innumerables anécdotas relatadas en libros o películas sobre cómo una audiencia semanal con la reina podía poner a temblar de emoción (aunque todos quisieran esconderlo) a cualquier primer ministro. De hecho Tony Blair, el noventero gobernante laborista que hizo su campaña con un discurso poco amable con los privilegios de la monarquía en aquel entonces..., no tardó en caer rendido a los pies de Isabel. Tras el primer encuentro después de elegido, salió eclipsado por ella. Luego sería él quien la convencería de salir de Balmoral y estar con el pueblo tras la muerte de Lady Di.

Cada relación con los gobernantes de turno, los primeros ministros, fueron relevantes y peculiares. Todas importantes. En la maravillosa obra de teatro "The Audience" de Peter Morgan se puede observar con claridad esto. Isabel fue mutando, su interacción con los mandatarios la hizo madurar y fortalecerse en su visión. Aprendió rápido y del más hábil: de Churchill. 

Con Sir Winston tuvo un comienzo difícil. Ella recién perdía a su padre y además del doloroso duelo, tuvo que paralelamente convertirse en quien se sentaba en el trono. Pasó a ser no solo la cabeza del gobierno sino de su familia; ambas tareas, la pública y la privada, igual de complicadas. Churchill la veía no solo como una niña inexperta, también le vaticinaba poco futuro como monarca por su timidez a la hora de imponerse. Sin embargo, el tiempo, fue el mejor aliado de esa relación que evolucionó a una de tipo casi filial. La educó en las amarguras del poder, y en cómo hacerse con el cariño del pueblo aún en las circunstancias más difíciles.

Aunque insisto, cada etapa guarda su magia. Encierran una época. No se podría excluir ninguna. Con Margaret Tatcher es otra destacable, primera mujer en llegar al cargo. La cosa fue más de amores y odios. Se admiraban y se envidiaban. Ambas eran madres, esposas y gobernantes. Compartían esa triada que si es poco común en el 2022, ahora imaginen en los ochentas. Los celos entre las dos, por las decisiones que tomaba la Dama de Hierro, fueron vox populi y están bastante bien registrados en escenas excelentes de la serie The Crown en Netflix.

Lo vivió todo Isabel. Fue repudiada por su mismo pueblo en contadas ocasiones en las que ella se convirtió en el vertedero de rabias colectivas. Pero siempre supo administrar esos difíciles momentos. Como ella decía "para bien o para mal, la corona está es en mi cabeza". ¡Dios salve a la Reina! Ejemplo de entereza y audacia.

@KDiarttPombo