Colegios electorales y democracia
El sistema electoral de Estados Unidos es resultado de un proceso de diseño institucional y su funcionamiento ha sido y seguirá siendo tema central de discusión tanto a nivel político como a nivel académico.
Las elecciones presidenciales de Estados Unidos del año 2000 estuvieron marcadas por los cuestionamientos y debate sobre el triunfo electoral de George W. Bush. En aquel momento, el candidato por el partido republicano llegó a la presidencia a pesar de haber recibido menos votos populares que el candidato del partido demócrata Al Gore. En 2016, sucedió algo parecido cuando Donald Trump resultó elegido presidente, aunque obtuvo aproximadamente 780.000 votos populares menos que la demócrata Hillary Clinton.
A pocos días de las elecciones presidenciales en este país, muchas personas aún se preguntan cómo Bush y Trump ganaron las elecciones si sus contrincantes obtuvieron el mayor número de votos populares. Para responder esta pregunta, debemos analizar el funcionamiento del sistema electoral en el país norteamericano.
En primero lugar, es necesario comprender que el sistema electoral estadounidense es uno de los más complejos del mundo. Si bien este país se constituye como un referente del sistema presidencial, la elección de la persona que llegará a la casa blanca no se realiza de forma directa, sino que depende de los colegios electorales. Los candidatos deben ganar un número establecido de colegios electorales que están conformados por delegados. El número de delegados de un colegio electoral responde a su representación en el Congreso, es decir, a la cantidad de representantes en la Cámara de Representantes, sumado a los dos senadores de cada estado. Así, aquel candidato que obtiene al menos la mitad más uno de votos populares en un estado, también obtiene los delegados o votos electorales que aporta dicho estado.
Teniendo en cuenta lo anterior, será elegido presidente el candidato que reúna el mayor número de votos electorales. El número total de votos electorales disputados es 538, por lo que un candidato necesita obtener mínimo la mayoría simpe (270) de esos votos para llegar a la presidencia. El asunto es que existen ciertos estados, denominados “estados bisagra”, que resultan fundamentales considerando la cantidad de votos electorales que poseen, así como la incertidumbre al momento de favorecer en las urnas a un candidato u otro.
En suma, el sistema electoral de Estados Unidos es resultado de un proceso de diseño institucional y su funcionamiento ha sido y seguirá siendo tema central de discusión tanto a nivel político como a nivel académico. Siguiendo al politólogo italiano Gianfranco Pasquino, “la validez de un sistema electoral se mide en su capacidad de alcanzar objetivos explícitamente definidos y, en las democracias, sufragados por el consenso más elevado posible de los actores políticos”. En ese sentido, la pregunta que emana de la reflexión anterior debe ser: Para el momento histórico, el contexto y los fines de la sociedad estadounidense (o de cualquier sociedad), ¿es su sistema electoral el más adecuado o, por lo menos, el que permite alcanzar sus fines en democracia?
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