Judith Pinedo está libre y eso ha llenado de alegría a muchos colombianos que hace tiempo esperaban la noticia. ‘Mariamulata’, como es conocida, fue alcaldesa de Cartagena entre 2008 y 2011; durante su periodo se mantuvo con altos índices de popularidad, se puede decir que su liderazgo contó mayoritariamente con el afecto de su electorado. Sin embargo, un mal día y fruto de artimañas de enemigos políticos, terminó envuelta en un caso de corrupción que la lleva a prisión. Justo a ella, una de las dirigentes más pulcras de la historia reciente del Caribe.
Si quieren conocer el caso en términos jurídicos a profundidad, esta semana ha sido explicado en los medios más importantes del país. Todos coincidiendo en que rozaba lo ridículo y en que esta mujer jamás debió perder su libertad. Pero de eso no va esta columna, prefiero centrarme en lo que verdaderamente ha llamado mi atención: el respeto de la sociedad civil por lo que ella representa.
Me explico mejor… el poder (especialmente el político) suele ser percibido como algo sucio y ajeno, manejado por actores de baja calaña moral y ética. Y aunque esto evidentemente no siempre es así, y no se debería homogeneizar a todos los políticos en la misma bolsa, en redes sociales puede ver uno el daño que esa generalización constante hace.
Desafortunadamente pareciera que todo el que hace política es inmediatamente corrupto y no tiene cómo huir de esa adjetivación errada por injusta que sea. ‘Mariamulata’ es una excepción, un fenómeno digno de ser estudiado por expertos, fue condenada y ni así pudieron robarle la decencia en lo público que simboliza.
Es emocionante observar cómo varios sectores de la sociedad han celebrado su liberación y la ven como un hito para que ojalá los ciudadanos serios, decentes y preparados no abandonen sus ambiciones de participar activamente en democracia.
Judith debe estar con su familia, intentando recuperar un tiempo con ellos que ya se fue; su liderazgo ha sido relevante en el Caribe y ojalá lo siga siendo. Gente como ella es necesaria. Y no solo por el buen manejo que puedan darle a la cosa pública, sino por el ejemplo que dan y la esperanza que brindan a quienes están hastiados de los políticos.
‘Mariamulata’ es un símbolo de la política bien hecha, pero además de un liderazgo que resiste hasta el peor de los embates y sale más fortalecido de ello. Ese es un mensaje no solo para sus seguidores, sino también para sus adversarios, los que creen que todo vale.