Jacinda Ardern deja el poder. Es un hecho. Resulta extraño ser testigos de cómo un mandatario toma la decisión de retirarse de su cargo. Lo de la neozelandesa no es ni un abandono ni una mera renuncia, al contrario, reconoce que humanamente está agotada y por responsabilidad con su gente, prefiere dar un paso al costado. Fue mamá en los primeros años de su gobierno; apenas la segunda mujer en la historia en dar a luz mientras es jefa de Estado.
Hace unos meses escribí sobre ella y por qué la consideraba una política que lograba conquistas femeninas reales. Consiguió que los elementos de higiene para la mujer fuesen gratuitos. Sin mucho bombo mediático esto supuso un avance gigante para sus coterráneas.
Llegó muy joven a ser primera mandataria, fruto también de una larga tradición de mujeres en el poder público de su país. Es la tercera en ocupar el cargo. Su manejo de la pandemia fue reconocido a nivel mundial, siempre con aplomo y sin buscar ser el centro de atención; supo darle a los habitantes de Nueva Zelanda la tranquilidad para transitar la crisis sanitaria que desató el covid-19.
Otro hito importante de su gobierno fue el cambio de legislación con respecto al porte indiscriminado de armas. Jacinda tras un nefasto ataque terrorista que produjo varias muertes, se comprometió con su gente a modificar las leyes que desafortunadamente permitieron lo sucedido.
Nació en 1980, en un pueblo a las afueras de la ciudad en el que comenzó su vida de militancia política, en el seno de una familia muy tradicional. Posteriormente abandonaría su culto religioso al adoptar posiciones cada vez más liberales.
Actualmente goza de una popularidad alta, sin embargo su capacidad de conectar con el pueblo también le ha traído enemigos políticos, dentro y fuera de su propio partido. Tiene tan solo 42 años y bastante golpeada emocionalmente, aseguró estar cansada y con la necesidad de refugiarse en su circulo más cercano para recuperar energías.
De seguro, en breve la veremos asumiendo nuevos roles en la sociedad, ya sea a nivel domestico o internacional. Es una dirigente que tiene mucho para dar aún, pero si debe ponernos este episodio a reflexionar sobre la humanidad de los políticos; al fin y al cabo, esos personajes públicos que vemos en la televisión o en las redes sociales, son también personas con batallas internas.
“Sé lo que requiere este trabajo y sé que ya no tengo suficiente en el depósito para hacerle justicia. Es así de sencillo”. ¿Es extraño observar a un político hablar con esta franqueza? Sí, mucho. Un acto de enorme humildad ante su electorado y amor propio hacia ella misma.
Profesora Administración Pública Uninorte
@kdiarttpombo