Algunos dicen que la democracia vive sus peores tiempos, otros advierten que no hay que ser tan pesimistas y que definitivamente el mundo en esos términos es hoy más estable. El asalto a las instituciones en Brasil nos obliga a plantearnos preguntas al menos. La primera… ¿por qué se han vuelto estos episodios comunes?
Brasil, Perú, Washington. Por mencionar los más recientes. La línea entre la protesta legítima y los intentos de golpes de Estado, en los tiempos que corren, puede ser tristemente muy delgada y delicada. La democracia vive un momento vibrante con la masificación de los medios digitales y su respectivo afianzamiento.
Lula lleva apenas días en su nueva etapa como mandatario, pero una vida entera en política, siendo posiblemente uno de los dirigentes más hábiles de la historia reciente de América Latina, por eso ha sabido manejarlo. Un principiante pudo haberse enredado mucho más. Eso hay que decirlo. No es un novato en el poder, es un hombre que a pesar de sus numerosos escándalos y comprobados actos de corrupción ha sido capaz de reelegirse para Presidente, por tercera vez.
Miles de bolsonaristas del ala más extrema, se tomaron sedes emblemáticas de los tres poderes -ejecutivo, legislativo y judicial – está todo en la misma plaza. El país carioca se paralizó por varias horas. Brasilia, específicamente. Bajo la consigna “fuera el comunismo”, hicieron destrozos los golpistas, quienes buscaban fallidamente imponer un régimen dictatorial encabezado por el expresidente. Vale la pena aclarar que el exmandatario se ha deslindado públicamente de los hechos, asegura no haber financiado el estallido. Todo se encuentra bajo investigación.
Sin embargo se dice que algunos mandos policiales y militares fueron cómplices de lo ocurrido, pues sin ello hubiese sido imposible la toma. Esto nos deja entrever las grandes heridas y distancias que hay dentro de la población brasilera, polarización desenfrenada y voraz, un fenómeno cada vez más sintomático de las democracias. Muy lamentable.
Lo de tomarse el poder por cualquier otro mecanismo que no sean los democráticos, constituye una amenaza de golpe. Es alarmante lo que hemos presenciado en los últimos años. ¿Están viviendo los sistemas políticos un periodo de máxima fragilidad o son estos unos eventos aislados? Es una reflexión que vale la pena hacer.
El golpismo no es exclusivo de un sector u otro. Es una nefasta herramienta utilizada para pisotear las conquistas comunes y democráticas, por parte de los más extremistas. Sean de derechas o izquierdas, es un mecanismo criminal igual de reprochable.
En el Palacio del Planalto, como es costumbre en las casas de gobierno, reposaban fotos de todos los expresidentes. Todas las imágenes quedaron en el suelo pisoteadas y orinadas, una escena lamentable, sin importar si era el cuadro de Dilma o de Cardoso. Simbólicamente preocupante.
Profesora Administración Pública Uninorte