Ahora que iniciamos un nuevo año deseo compartir con las personas que me leen algunas experiencias interesantes del año pasado. Como a muchos, la Covid-19 modificó algunas cosas de mi vida cotidiana.

Estar completamente confinado en un apartamento pequeño más de nueve meses me llevó a ciertos cambios en mis hábitos. Mi trabajo diario al principio disminuyó drásticamente, pero la misma pandemia permitió que la gente aprendiera a manejar las videoconferencias por Zoom, Face Time, Skype, etc; y la situación comenzó a cambiar con el tiempo. Antes solo atendía pacientes en mis consultorios en Bogotá y Barranquilla, pero ahora tengo pacientes de muchas otras ciudades y países.

Esta gran variedad de pacientes muestra que la pregunta que más frecuentemente me hacen las personas que están sufriendo por una relación de pareja que no funciona es ¿“doctor, me divorcio o no”?

Cuando la hacen parece que solo ven dos opciones: quedarse o divorciarse. Yo creo que lo primero es ver que hay más de dos opciones y que no es sano decidir cuando uno está rabioso, resentido, asustado o decepcionado. Por eso es aconsejable tranquilizarse para poder ver más claramente las posibles opciones.

Cualquier persona puede contar con instrumentos para tranquilizarse, como caminar, oír música, asistir a clases de yoga, hacer ejercicios de relajación, practicar la meditación, conversar con personas que te aprecien y asistir a grupos de oración, entre otras opciones.

Es evidente que cuando uno se pregunta si debe divorciarse o no es porque la situación ya se le salió de las manos. Y ahí surge otra opción importante: buscar ayuda profesional.

Por muy dolorosas que hayan sido las experiencias, si ambos tienen el deseo de salir adelante, un buen terapeuta puede ayudar a reconstruir el matrimonio. La experiencia muestra que de cada diez parejas que buscan ayuda profesional, cerca de ocho logran tener una relación armoniosa y feliz.

Otra opción es separarse por un tiempo, dos o tres meses para ayudar a que los ánimos se calmen y se pueda ver mejor la situación. Cuando estamos inundados de emociones negativas que la presencia del otro nos genera es muy difícil encontrar caminos de solución a los problemas de la pareja. La separación temporal puede ser un tiempo para que cada cónyuge pueda reflexionar sobre el matrimonio, sobre los defectos y cualidades de cada uno de los dos, sobre las posibles vías de solución de los conflictos al tener una nueva perspectiva sobre los problemas dentro del matrimonio. La separación temporal es una gran herramienta que puede ser utilizada para salvar el matrimonio si se busca el acompañamiento de una buena terapia.

Otra opción es esperar que la mano de Dios actúe y solucione los problemas. Esta opción es la que muchas veces recomiendan las madres cuando dicen: “Hija mía, ten paciencia que con el tiempo esas cosas se solucionan. Ten fe en Dios”.

La última opción es divorciarse. Esta es una experiencia muchas veces más dolorosa que el mismo problema que se quiere resolver. Cuando la persona tranquilamente no ve otra opción que divorciarse yo le daría dos consejos: busque un abogado porque los aspectos legales si no se manejan bien pueden traer muchas consecuencias negativas y busque ayuda psicológica para evitar que sus emociones y sentimientos negativos le hagan daño a sus hijos.