
Clases presenciales: sí, pero no así
Producto de esta pandemia, uno de cada dos jóvenes está atravesando procesos psicológicos delicados que afectan sus deseos de estudiar y su rendimiento. Las instituciones educativas deben volver a enamorar a los alumnos sobre el valor del aprendizaje.
Debido a la pandemia de la covid-19, no sabemos qué impacto produjo en niños y jóvenes más de 20 meses de cierre de colegios y universidades. Sorpresivamente tuvimos que transitar de la presencialidad a la virtualidad; y el teléfono inteligente se transformó en la herramienta esencial para el aprendizaje escolar.
El Banco Interamericano realizó un estudio para conocer el impacto de la no presencialidad en América Latina. Concluyeron que aproximadamente la mitad de los estudiantes de la región estuvieron desconectados del aprendizaje durante la mayor parte del cierre de colegios.
Hoy, cuando se reinician las clases presenciales, los colegios deben considerar muchos desafíos, porque no es llegar y reabrir las aulas como si no hubiese pasado nada. Por esto, muy brevemente quisiera enumerar algunas inquietudes para tener en cuenta en este retorno.
El primer gran problema será el ausentismo y la deserción especialmente en la educación pública. Los colegios tendrán que hacer un inmenso esfuerzo para que niños y jóvenes vuelvan a las aulas. Sería importante se creara un sistema de información y un sistema de alerta temprana que identifiquen a los estudiantes en riesgo. Realizar campañas comunicacionales sobre el valor de la asistencia a clases. Crear o fortalecer las páginas web dirigidas a los apoderados y garantizar las medidas sanitarias.
Un segundo aspecto a tener en cuenta, es que los niños y los jóvenes antes de que se iniciara la pandemia son distintos a quienes van a volver al colegio. Un sondeo realizado por Unicef en jóvenes entre 13 y 25 años en países de América Latina y el Caribe presentó datos preocupantes en salud mental: el 27% de los jóvenes presentaron ansiedad y un 15% depresión. Además, se encontraron datos como ataques de pánico, uno de cada dos jóvenes siente menos deseos de realizar actividades que antes disfrutaban, y el 41% sienten pesimismo ante el futuro.
Producto de esta pandemia, uno de cada dos jóvenes está atravesando procesos psicológicos delicados que afectan sus deseos de estudiar y su rendimiento. Las instituciones educativas deben volver a enamorar a los alumnos sobre el valor del aprendizaje.
Un tercer aspecto a considerar es el hecho de que volver a la presencialidad no debe significar abandonar la virtualidad. Todo lo que aprendimos durante estos dos años de virtualidad es una experiencia valiosa. Debemos incorporar estas herramientas digitales dentro de los salones de clase: varios países ya están digitalizando los textos escolares. Así, en la medida que avance la digitalización del país habría más acceso a los textos a más bajo costo.
Por último, poco sabemos científicamente qué ha pasado con los menores de 0 a 6 años que estuvieron privados de contacto con sus iguales. Muchos convivieron sólo con adultos y hermanos mayores. Hay que estudiar cuánto les ha afectado y cómo poder recuperar ese mundo social que ellos han perdido en el enclaustramiento.
Hay otras ideas, pero el espacio se agota. Ojalá el ministerio de educación prepare una completa hoja de ruta para los colegios, porque abrir las aulas como si no hubiera pasado nada, sería muy perjudicial.
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