En la sociedad de nuestros tiempos, la educación tiene la misión de crear las condiciones para que todos, sin excepción, puedan desarrollar sus talentos y capacidades de creación, permitiéndole a cada persona ser responsable de sí misma y contribuir al bienestar de su sociedad.

Aunque no se aprobó la reforma a la educación, sigue siendo un tema prioritario para el país. En esta breve columna, quiero expresar algunos apuntes que considero podrían aportar al mejoramiento de la calidad educativa.

El primer apunte es reconocer que una educación de calidad es el camino más expedito para reducir la desigualdad. Como señala el BID, el 1% de la población colombiana controla aproximadamente el 40% de la riqueza total. Hasta ahora, sabemos que una población bien educada es la principal herramienta para un mayor crecimiento económico y para reducir la pobreza y la desigualdad.

El segundo apunte es que el sistema educativo colombiano no logra retener a sus alumnos. Los datos del DANE señalan que casi tres millones de jóvenes entre 13 y 28 años no estudian ni trabajan. Ninguna de las propuestas de reforma a la educación presentaba alternativas a este problema, y esto no se resuelve con más policías, sino con una educación que garantice sistemas de soporte para reducir la deserción.

Un tercer apunte es que el nivel educativo más importante no es la universidad, sino los primeros años. Un niño bien cuidado, con buena salud, nutrición y estimulación psicosocial, tiene altas probabilidades de éxito escolar. Hace algunos años, en la Universidad del Norte, evaluamos el desarrollo infantil de 7000 niños entre 0-7 años del sur del departamento del Atlántico, y más del 60% presentaban déficit cognitivo y comunicativo. Estos niños, antes de entrar a la educación primaria, están condenados a fracasar, y ante un daño funcional del cerebro, un educador nada puede hacer. Por esto, evaluar a un profesor mediante el rendimiento en las pruebas de los alumnos es un despropósito.

Otro desafío importante lo señalan Acemoglu y Johnson en el libro Poder y progreso, donde hacen énfasis en los efectos del mercado laboral producto del desarrollo de la inteligencia artificial. ¿Destruirá nuestro mercado laboral, donde nos ganamos la vida? ¿Empobrecerá más a los países en desarrollo? ¿Acabará con la democracia por el control de los datos? ¿Qué papel jugará la educación ante este gran cambio tecnológico?

Un último apunte tiene que ver con el educador, quien es el responsable de transmitir a los alumnos lo que la humanidad ha aprendido sobre sí misma y la naturaleza. Además, deben preparar a los jóvenes en el presente y hacia el futuro. Por esto, considero que cualquier reforma educativa debe partir por dignificar el trabajo del profesor.

El camino hacia una sociedad más justa no es la revolución, es la educación.