Bogotá es una de las pocas ciudades en el mundo —de más de ocho millones de habitantes—, que no tiene un metro en su sistema de transporte, y sus habitantes padecen diariamente una tragedia para movilizarse.

El problema no ha sido la falta de recursos, ya que países más pobres económicamente han logrado construirlo; por esto permítanme especular sobre una de las causas de esta carencia.

En 1940 el alcalde de Bogotá, Carlos Sanz de Santamaría, realizó la primera propuesta para construir un metro en aquella época. Pues bien, han pasado más de 70 años y solo en el año 2020 se dio inicio a la primera línea. Hoy el conflicto entre el nuevo alcalde y el Presidente puede postergar nuevamente el anhelo de tener un sistema de transporte más digno para los bogotanos.

Considero que gran parte del problema puede explicarse en la psicología del colombiano. Aunque tiene algunos años el estudio prospectivo más completo que se ha realizado en Colombia, denominado El Almendrón, sirve para entender lo que nos pasa, y cómo podríamos superar problemas sociales, en el futuro, que se han vuelto crónicos en el país.

La primera causa de nuestros problemas, según este estudio, es que los colombianos tienen una alta racionalidad individual y una baja racionalidad colectiva. Esta racionalidad individual se demuestra claramente porque los colombianos son recursivos, resilientes, emprendedores, rápidos, flexibles, cálidos y soñadores. El problema es cómo poner a dos colombianos de acuerdo.

Desde 1940 todos los alcaldes de Bogotá han propuesto en sus proyectos de gobierno la construcción del metro, y han pasado 70 años de discusiones. Así nos ocurre con muchos de los proyectos colectivos: siempre el interés particular está por encima del interés común. Cada gobernante que llega quiere refundar la nación y, como señala el estudio, se ha generalizado el uso de la violencia para zanjar los conflictos.

Es posible explicar que, quizás, el progreso de Barranquilla en los últimos años ha sido posible porque se ha logrado una racionalidad colectiva. El proyecto de ciudad que inspiró a Alex Char en su primer periodo fue continuado y enriquecido por los sucesivos alcaldes; aunque todavía persisten viejos problemas y aparecen nuevos desafíos.

Quizás sea importante reflexionar si es momento de ir pensando en un metro para Barranquilla. Cuando salgo a las seis de mi trabajo, en el corredor universitario observo decenas de personas —con los rostros cansados después de un día de trabajo—, que ven cómo los buses pasan repletos de usuarios, y solo se detienen para que algunos se bajen, porque ya no cabe un cuerpo más, postergando por tiempo indeterminado su regreso al hogar.

Por el bien de la ciudad capital y de su gente, no importa si el metro de Bogotá se hace elevado o subterráneo. La movilidad de las personas es un derecho humano que el Estado debe garantizar.