Entre Colombia y Panamá se encuentra el Tapón del Darién. A diario miles de migrantes arriesgan sus vidas transitando por esta selva con la finalidad de llegar a los Estados Unidos de América.

Hombres, mujeres y niños, la mayoría venezolanos, ingresan a esta zona llena de ríos, pantanos, animales silvestres y, lo más peligroso, bandas de criminales que los extorsionan, los roban, violan a mujeres y niños, y hasta los asesinan.

Las personas asumen ese riesgo huyendo de la miseria. Según cifras de autoridades de Panamá, en el 2020 menos de nueve mil indocumentados cruzaron la selva del Darién. En el 2023 lo hicieron 520 mil, de los cuales más de 300 mil eran venezolanos. Cada hora del año pasado en promedio 37 venezolanos llegaron a Panamá atravesando el Darién.

El caso venezolano es particularmente dramático. Desde el 2015, según Acnur, casi 8 millones de habitantes emigraron hacia Sudamérica, siendo Colombia, Ecuador, Perú y Chile los principales países de acogida. Muchos de ellos hoy están iniciando una nueva migración hacia el norte.

Algunos analistas estiman que en Venezuela la falta de salida democrática, la estabilización de la dictadura de Nicolás Maduro, y la incapacidad de dicho Gobierno de garantizar un mínimo de vida digna, impulsan a las personas a huir hacia la incertidumbre, antes que sentirse condenados a la miseria.

Muchos de los que logran llegar a Panamá, como ellos expresan, aspiran a poder vivir el “sueño americano”. Desafortunadamente el mismo Estados Unidos —mediante sus aparatos de propaganda—, ha sembrado en el imaginario de las clases medias y pobres de Latinoamérica que ese gran país del norte es lo más parecido al cielo aquí en la tierra: y todos queremos ir al cielo, así nos toque hacer la horrible travesía por la selva. Siguiendo con la metáfora, “no importa si el camino hacia el cielo americano nos obliga a atravesar el infierno del Darién”.

Detrás de esta tragedia hay negocios ilegales cuantiosos; organizaciones criminales cobran a los “coyotes” entre 80 y 100 dólares por persona que movilicen. Estamos hablando de unos ingresos que, el año pasado, se calculan en 50 millones de dólares. Este es un negocio ilegal muy rentable y asegura la inmunidad a los delincuentes.

Todos soñamos con una vida mejor, pero desafortunadamente en América Latina ni los gobiernos de derecha ni de izquierda, teniendo todo, han sabido dar una vida digna al conjunto de sus ciudadanos. La migración y el desplazamiento son la salida ante lo insoportable. Se podrá perder todo, menos la esperanza y el derecho de soñar con una vida digna que compense cualquier sufrimiento.