Después de las elecciones regionales, el tema de la reforma laboral ocupará la atención de todos. En estos momentos, aparte de la reforma presentada por el Gobierno, hay otra presentada por el partido conservador y una tercera por congresistas de oposición.
Uno de los temas claves es el número de horas laborales semanales. La OCD aspira que sus países miembros tengan como máximo 40 horas. En Colombia son 48 horas.
En los años setenta, el antropólogo Oscar Lewis escribió “Los hijos de Sánchez”, donde justificaba que ser pobre era una opción de vida. Que los países ricos lo eran porque sus habitantes trabajaban duro, en cambio los países pobres carecían de una ética laboral y si vivían en un clima tropical, era aún más fuerte la resistencia al trabajo.
Como decía el recordado profesor Antonio Vittorino en sus clases, “los caribeños son flojos por la generosidad del clima, donde los alimentos crecen en todas partes”. Aquí, decía, nadie muere de hambre porque acostados en una hamaca nos cae un coco; si estiramos la mano bostezando, cogemos un mango, y si metiéramos la mano al mar, agarraríamos una mojarra. Esa facilidad de acceso a los alimentos nos vuelve perezosos.
La realidad es muy distinta a este mito. Mientras en un país económicamente rico los jóvenes entre 15 y 24 años están educándose para la vida, en nuestros países a los 14 años la mitad están fuera de la escuela desarrollando una actividad para sobrevivir.
En los países ricos las horas legales de trabajo son mucho menos que en nuestro país, pero como es una población que tuvo oportunidades de preparación, son mucho más productivos.
Holanda (Países Bajos) es una nación donde se trabajan 32 horas a la semana. Su superficie es aproximadamente del tamaño del departamento del Chocó; sin embargo, es el segundo mayor exportador agrícola del mundo después de los Estados Unidos.
Esto lo han logrado con una población altamente educada y con grandes desarrollos tecnológicos. Los holandeses han multiplicado la masa agrícola mediante los cultivos de invernadero y los hidropónicos.
Pero también porque es un Estado que se ha preocupado en ser igualitario en oportunidades.
El tema central de la reforma laboral sería ver cómo reducimos la desigualdad, para que nuestra población sea más productiva y tenga más oportunidades de trabajo.
Permítame, amable lector, volverme un poco paranoico y tener un delirio de grandeza: Si yo fuera presidente, tomaría todos los cuantiosos recursos de regalías que se van entre elefantes blancos y corrupción, y los destinaría a fortalecer un sistema de educación pública de calidad. Este es uno de los secretos de los países que han superado su desigualdad y su pobreza.