Sería un gran logro de futuro para la ciudad el reciente anuncio del alcalde Pumarejo de que en Barranquilla se construirá un primer gran parque de generación de energía eólica en Colombia, de más de 350 megavatios.

La tecnología es una luz de esperanza para mucho de lo que nos agobia, como el crimen, el hambre y las enfermedades. Hoy vemos cómo en Europa se va generalizando la energía solar y la eólica. También vemos que en Holanda ya se construyen carreteras con pavimento irrompible, que absorben energía solar para la iluminación nocturna; y como psicólogo me deslumbra que Japón haya inventado el robot Pepper, que interpreta emociones.

La lista de inventos nos sorprende cada día. Google ha invertido más de cien millones de dólares para crear el auto volador que patentó en el 2013 y que pronto será una realidad. Las monedas virtuales parece que por fin nos librarán del inestable dólar: ya el Banco de Japón usa una moneda virtual; y el empleo de los drones, que abaratan costos y disminuyen el tiempo de respuesta, es un negocio en crecimiento; y si la tecnología avanza en Barranquilla, por fin podremos liberarnos de las costosas facturas de energía.

Pero todo lo bueno tiene una contraparte, que consiste, en este caso, en la dependencia que tiene toda la industria digital del mineral llamado coltán, que se produce mayoritariamente en la República del Congo.

En el Congo se encuentra el 80% de las reservas de este mineral, extraído en minas a cielo abierto por niños de ocho a quince años a 25 centavos de euro diarios. El coltán vale mucho más que el oro, y es esencial para el desarrollo de la industria aeroespacial, telecomunicaciones, ordenadores portátiles, celulares, videojuegos, satélites, estaciones, vehículos espaciales, misiles, armas inteligentes, aceleradores de partículas, trenes magnéticos y baterías, entre otros usos.

Un interesante artículo de Alicia Gariazzo señala que nos preocupamos por los derechos de los animales, pero ignoramos que han muerto más de cinco millones de seres humanos en el Congo a manos de guerras fratricidas, impulsadas por las multinacionales desde Ruanda para apropiarse de esta riqueza.

El otro aspecto complicado de la tecnología es que estos avances van reemplazando la mano de obra. Hace cuarenta años el Puerto de Valparaíso en Chile utilizaba aproximadamente 30 mil trabajadores; en la actualidad tiene solo mil trabajadores permanentes y 7 mil eventuales. Las grúas de este puerto son tan sofisticadas que pueden ser programadas no solo para trasladar carga, sino también para elegirla.

Nadie puede desconocer que la ciencia y la tecnología nos han mejorado la calidad de vida, pero el desempleo no es bueno. En nuestros países hemos creído en el facilismo, que dando exenciones tributarias y garantías a los empleadores se crearán nuevos empleos. Cuando la tecnología avanza y se da una educación de calidad a sus niños y jóvenes, podríamos generar muchos de los nuevos empleos; mientras tanto, cada tecnología nueva que llegue eliminará empleos humanos.