En reciente entrevista que le hicieron a Felipe Ossa, decano de los libreros del país, le preguntaron sobre los libros que no pueden faltar en una librería. Me llamó la atención que mencionó con énfasis El hombre en busca de sentido del psiquiatra y escritor austríaco Viktor Frankl. Dato curioso: aunque publicado en 1946, durante la pandemia actual  se han vendido ocho mil ejemplares mensuales. 

Primero que todo, es insólito que en un país como el nuestro, donde el número de lectores de libros es muy bajo, el de Frankl haya sido tan solicitado y vendido. Pero también sorprende que la pandemia, de la que no hemos salido –quién sabe cuándo-, haya suscitado el interés por una obra cuyo título revela inquietudes por el sentido de la vida que se despertaron en la vorágine de las ansiedades y depresiones producidas por la peste. Cuando las muertes eran solo las de los otros, las de vecinos recogidos por las carrozas fúnebres, pero sin dejar de ver cerca el rostro de la propia, la angustia nos golpeó dejando todavía -en gran mayoría vacunados-, el temor al regreso de nuevas oleadas que nos encuentren expuestos a los virus que cambian de nombre y, -no solo eso-, que se multiplican, se ramifican, se transforman sin parar.

Cuando estudiaba filosofía en la Javeriana, recibí clases de un profesor especializado en el pensamiento de Frankl. Tomé nota de muchas frases que soltaba en el curso, y devoré varios escritos del psiquiatra vienés. Después, estudiante en Europa, fui al campo de concentración de Dachau, cerca de Munich, en donde Frankl estuvo prisionero, luego pasó a Auschwitz, y con el pie puesto en el umbral de una cámara de gas, fue liberado milagrosamente para volver a Viena donde se instaló en la soledad, sin sus padres, sin su esposa, sin su familia, ejecutados todos en Auschwitz. Regresó del infierno con la sola pertenencia de una “existencia desnuda” -cómo definió su ser-, que fue lo único que le quedó para volver a empezar la vida.

Una vida que parecía significar poco o nada a la salida del campo de concentración. Sin embargo, de su sufrimiento, inundado por la reflexión, surgió el pensamiento de que la vida esconde misterios en los que se encuentra el sentido más urgente para volver a vivir la existencia bajo luces tenues pero que se van abriendo con rayos luminosos a horizontes portadores de esperanza. Es más fácil escribirlo que vivirlo cuando uno no ha sufrido tan intensamente, pero Frankl, que padeció hasta lo indecible, nos muestra en su libro el camino que él recorrió encontrando paso a paso, contra toda ilusión, la iluminación que le da sentido a la vida a quien se atreve a buscarlo. Frases tan duras como ésta que escribió : “la vida es sufrir y morir” orientan cuando se afrontan situaciones límites como en un campo de concentración, en una penosa enfermedad, en una tragedia. Y, cómo no, en el tránsito tormentoso de la pandemia de la covid que le dio motivos a miles de lectores para entrar a una librería preguntando por Frankl para descubrir el sentido cuando ya nada parecía tenerlo ni mostrarlo.