Han pasado cien años de la muerte de Joseph Conrad, el escritor anglo-polaco que sigue vivo en sus novelas de exploraciones marítimas. Él mismo fue un marino que recorrió los mares del océano Índico, los del Atlántico sur y los del Caribe entre otros. Algunos de sus biógrafos afirman que sus viajes hacen parte más de la leyenda que de la realidad. De su imaginación que era inagotable. Siendo apenas un inmigrante polaco, nacido en Ucrania cuando la región era parte del imperio ruso en el siglo XIX,-otra paradoja-, escribió en un inglés que muchos escritores británicos quisieran dominar mejor que él. Su escritura admirable “fluye con delicada maestría” según atestigua Borges en el prólogo de El Corazón de las tinieblas.  

No obstante, sus escritos de aventuras de viajero interminable se comentan en la actualidad más por sus dimensiones políticas que por la belleza de su lenguaje. Es lo que está pasando con Nostromo, otra de sus novelas, publicada en 1904, en la que narra un viaje en velero por el mar Caribe, con descripciones vívidas que suponen al mismo Conrad desembarcando en Cartagena, imaginándose que ya había hecho antes lo mismo en Santa Marta y Sabanilla. Pero su objetivo era ante todo arribar a Panamá, antes de su separación de Colombia, para construir en la ficción una república llamada Costaguana, escenario del furor de la riqueza y el poder, la corrupción y la explotación de los indígenas en la extracción de las minas de plata que son la figura elocuente de lo sucedido con la construcción del canal de Panamá. Este último suceso no es invención de la narrativa de Conrad. Hace parte de la historia del fracaso de la compañía francesa que quebró en el intento de construir el canal interoceánico que los Estados Unidos realizó exitosamente. El Teatro Popular de Bogotá escenificó ese éxito con la sátira que lleva por título “I took Panama”, del zarpazo político y económico que el presidente Theodore Roosevelt le dio a nuestro país.

El Nostromo de Conrad, que ya cumple 120 años de su publicación, sirve de referente de nuestra historia sin perder actualidad: los “piratas” del Caribe cuyos asaltos y saqueos mantienen en la pobreza a nuestra región, la ceguera de gobiernos que hicieron perder tesoros a nuestro territorio por un puñado de dólares, el infierno de la codicia y la corrupción políticas a la orden del día, las “revoluciones” que hubo y se siguen dando en nombre de utopías que llevan el nombre de tantas fantasías electorales. Nostromo sería la visión de un navegante que pisó nuestras costas. Producto quizás de su bien fundada imaginación.