La muerte del actor Alain Delon se propagó por las noticias del espectáculo. Las nuevas generaciones probablemente no saben quién era, pero los veteranos cinéfilos nos acordamos de sus películas en la que destaca El gatopardo en la que hizo un papel notorio frente a Burt Lancaster. A la hora de la verdad, es a Brigitte Bardot, la amiga que le sobrevive, defensora de los derechos de los animales, a quien más recordamos. En particular a quienes íbamos al teatro San Jorge de Veinte de Julio con la 68 esquina. Yo vivía en una época en el barrio Boston. Iba a pie al teatro. Cuando en la cartelera se anunciaban las películas de la diva Bardot, buscaba la forma de ir a escondidas de mi madre para no perderme ninguna de las películas de Brigitte considerada por una vieja moral como una actriz impúdica. Falso. Era una hermosa fémina que despertaba el imaginario de una adolescencia en hervor. El pecado, si lo había, era de uno. Una vez, sin darme cuenta de la referencia bíblica, fui a ver la película que le hizo Roger Vadim titulada Y Dios..creó la mujer. Fue en ese filme donde se dio a conocer la joven de 22 años, símbolo de todo lo que se podía imaginar uno como la belleza hecha mujer. En las palabras que le dedicó a Alain Delon, y a sus 89 años con el rostro cuarteado por el implacable paso del tiempo, escribió un mensaje emotivo sobre su amigo en el que expresa que “al morir –(Alain) acaba un capítulo magnífico de una época pasada de la que fue un monumento soberano".
Un capítulo nuestro también. Desde otra perspectiva, aprendimos a admirar figuras como Flora Tristán, feminista y lideresa de los obreros en la Francia del siglo XIX, ignorada y desheredada por su padre, maltratada por su esposo. A la poeta argentina Alejandra Pizarnik, “poco sé de la noche, pero la noche parece saber de mí”. A dejarnos envolver desde Woodstock de 1969 por las canciones de Joan Báez. A fijarnos, con sus luces y sombras, en Teresa de Calcuta, y con miedo en las Charlotte Corday y Mata Hari que en el mundo perduran. Y así sin parar hasta llegar a dos mujeres de quienes todos hablan hoy, Kamala Harris, aclamada candidata por el partido demócrata a la presidencia de Estados Unidos, estrella en ascenso, y a la infatigable María Corina Machado, nuestra suramericana, luchadora de la democracia, que recorre sin temor a las amenazas las calles de Caracas, seguida por multitudes fervientes y por los que esperan una oportunidad para la democracia pisoteada. Admiradas no solo por ser mujeres que se han ganado por sí mismas un lugar en la historia. También porque Dios creó la mujer.